De la segunda ola de la pandemia de coronavirus se ha culpado en gran medida a la falta de medidas de seguridad adecuadas. Sin embargo, una nueva investigación sugiere que dos brotes por año durante una pandemia son inevitables, debido a los impactos del clima, según publican en la revista ‘Physics of Fluids’.
Aunque las mascarillas, las restricciones de viaje y las pautas de distanciamiento social ayudan a disminuir el número de nuevas infecciones a corto plazo, la falta de efectos climáticos incorporados en los modelos epidemiológicos presenta un vacío evidente que puede causar efectos a largo plazo.
Los modelos típicos para predecir el comportamiento de una epidemia contienen solo dos parámetros básicos, la tasa de transmisión y la tasa de recuperación. Estas tasas tienden a tratarse como constantes, pero los autores de esta investigación, Talib Dbouk y Dimitris Drikakis, de la Universidad de Nicosia, en Chipre, señalan que este no es realmente el caso.
La temperatura, la humedad relativa y la velocidad del viento juegan un papel importante, por lo que los investigadores intentaron modificar modelos típicos para tener en cuenta estas condiciones climáticas. Llaman a su nueva variable dependiente del clima el índice de tasa de infecciones transmitidas por el aire.
Cuando aplicaron el índice AIR a modelos de París, la ciudad de Nueva York y Río de Janeiro, encontraron que predijo con precisión el momento del segundo brote en cada ciudad, lo que sugiere que dos brotes por año es un fenómeno natural que depende del clima.
Además, el comportamiento del virus en Río de Janeiro fue marcadamente diferente del comportamiento del virus en París y Nueva York, debido a variaciones estacionales en los hemisferios norte y sur, en consonancia con datos reales.
Los autores enfatizan la importancia de tener en cuenta estas variaciones estacionales al diseñar medidas de seguridad. “Proponemos que los modelos epidemiológicos deben incorporar los efectos climáticos a través del índice AIR –resalta Drikakis–. Los confinamientos nacionales o a gran escala no deben basarse en modelos de predicción a corto plazo que excluyen los efectos de la estacionalidad climática”.
“En las pandemias, donde no se dispone de una vacunación masiva y eficaz, la planificación del gobierno debe ser a más largo plazo al considerar los efectos del clima y diseñar las pautas de salud pública y seguridad en consecuencia –añade Dbouk–. Esto podría ayudar a evitar respuestas reactivas en términos de confinamientos estrictos que afectan negativamente todos los aspectos de la vida y la economía global”.
A medida que las temperaturas suben y la humedad desciende, Drikakis y Dbouk esperan otra mejora en el número de infecciones, aunque señalan que se deben seguir siguiendo las pautas de mascarilla y distanciamiento con las modificaciones apropiadas basadas en el clima.
El trabajo anterior de este grupo de investigación mostró que las gotas de saliva pueden viajar 5 metros en cinco segundos cuando una persona sin mascarilla tose y amplió sus estudios para examinar los efectos de las mascarillas y las condiciones climáticas. Los autores están incorporando los hallazgos anteriores en sus modelos epidemiológicos.
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