El aumento de la incidencia y prevalencia de enfermedades crónicas, como la diabetes mellitus, constituye un importante desafío económico, político y social, con implicaciones individuales y colectivas en términos de salud física y mental. Se puede presentar en todos los grupos de edad y puede afectar la calidad de vida, el estado funcional y el sentido de bienestar de las personas que la padecen y de su familia y entorno más cercano. Genera además importantes gastos de salud asociados a muerte prematura y absentismo laboral.
El aspecto que más influye en la enfermedad es su carácter crónico, las modificaciones que suscita en áreas significativas de la vida (trabajo, familia, pareja, sexualidad, relaciones interpersonales y con la comunidad), los cambios corporales y funcionales y la significación (estigmatizante) de estos cambios.
A la hora del diagnóstico es de gran importancia la comunicación médico-paciente para que se puedan resolver las dudas que se plantea el diabético y disipar los miedos que surgen. La comunicación del diagnóstico está muy influida por la capacidad de comunicación que tengan los profesionales sanitarios, sus habilidades para trasmitir la información y explicar los aspectos básicos de la enfermedad, permitir a la persona con diabetes y su familia procesar la enfermedad, realizar una escucha atenta de sus preocupaciones e interrogantes y brindar el apoyo emocional necesario.
Mensajes claros
Se debe informar al paciente de su diagnóstico de forma clara y concisa sin lenguaje técnico, respetando sus tiempos para que pueda realizar preguntas necesarias. La información que se proporcione debe ser clara y adaptada a cada persona, que le permita aumentar la autonomía para el cuidado de la salud y fomentar un clima de confianza entre el profesional, el usuario y la familia, estableciendo un vínculo que favorezca el seguimiento.
Se pueden considerar cuatro fases desde el punto de vista psicológico tras el diagnóstico de la enfermedad. La primera es la fase de impacto del diagnóstico, negación, hostilidad y conocimiento, y está relacionada con el choque que produce el diagnóstico en el paciente y la familia.
La segunda fase es la de aceptación de la enfermedad y de los cuidados implicados en el mantenimiento del control glucémico. El paciente toma una actitud mucho más práctica y se involucra a través de la confianza y formación de su equipo médico en el tratamiento de su diabetes.
La adaptación y el ajuste a la nueva situación y a sus rutinas es la tercera fase en la que se ha aceptado y se empieza a convivir con la diabetes. Esta fase es muy delicada, ya que en muchos casos no se llega a superar y no se realiza una verdadera adaptación. La última fase es la interiorización de la diabetes como algo que va a acompañar el resto de la vida.
Soporte familiar
En este proceso es importante el soporte familiar, sobre todo para un buen cumplimiento terapéutico. Además del entorno familiar y social puede ser de gran ayuda el apoyo de los profesionales sanitarios que acompañan al paciente en su proceso. Una relación empática y de refuerzo influyen en la vivencia que el paciente tiene de la enfermedad.
El papel del paciente es cada vez más activo. Este paciente está informado y formado en su enfermedad y cuenta con una mayor autonomía, se corresponsabiliza de su salud y el uso que hace de los recursos sanitarios. Además, ser un paciente activo o experto significa que cumple mejor los tratamientos, lleva un estilo de vida adecuado, tiene mayor calidad de vida al sentirse seguro ante su enfermedad y se descompensa con menor frecuencia.
Las asociaciones de pacientes juegan un papel fundamental en los afectados y su entorno familiar y fomentan el intercambio de experiencias de los afectados y de sus familias, a través de la relación y comprensión entre quienes viven situaciones similares.
Apoyo desde la farmacia
El farmacéutico comunitario es uno de los principales profesionales sanitarios que, tal como señala la International Diabetes Federation (IDF), puede ayudar a las personas con diabetes a gestionar y controlar su enfermedad. También puede ayudar a la detección de estos pacientes. El farmacéutico es un profesional de confianza al que los pacientes visitan con cierta periodicidad. Con frecuencia, se les pide información sobre algún aspecto que no han podido comentar con el médico.
Por eso, tienen un papel destacado en la educación de los pacientes tanto en materia de uso de los medicamentos como de tratamientos no farmacológicos, como la dieta y nutrición y la práctica de ejercicio. Facilita información para el uso de dispositivos destinados al control de la glucemia. En ocasiones, ayudan y enseñan a los pacientes cómo utilizar el glucómetro o cómo tienen que pincharse.
El farmacéutico puede ser de gran ayuda a la hora de facilitar la adherencia a los tratamientos a través de la receta electrónica. También, en el ámbito de los hábitos de vida, desde la farmacia se puede aconsejar a los diabéticos de la necesidad de cumplir con la alimentación establecida por su médico, así como las medidas higiénicas, el uso de ropa y de calzado adecuados, y la realización de ejercicio físico moderado.
Por último, el farmacéutico puede realizar algunos análisis sencillos que ayudan a conocer el grado de control de la enfermedad.
Para la elaboración de este artículo se ha contado con la colaboración de los doctores Alberto de Miguel Ballano, Manuela Caballero Sánchez, Ana Muñoz Cildoz y Rubén Egido Gandolfi, de Torrejón de Ardoz.
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