Para las personas con obesidad, el impacto de perder o ganar peso en los problemas de salud graves depende de su índice de masa corporal (IMC) de partida, según un estudio realizado en más de 400.000 adultos con obesidad en Atención Primaria en todo el Reino Unido, que se presenta en el Congreso Europeo sobre Obesidad (ECO) de este año en Maastricht (Países Bajos).

El profesor Kamlesh Khunti, del Centro de Investigación sobre la Diabetes de la Universidad de Leicester (Reino Unido), dirigió el estudio junto con Camilla S. Morgen y sus colegas de la compañía Novo Nordisk, de Dinamarca, fabricante de medicamentos para la diabetes y la obesidad y patrocinador del estudio.

Los resultados subrayan los beneficios de la intervención temprana, ya que las personas con un IMC inicial más bajo obtienen mayores beneficios de la pérdida de peso y mayores perjuicios del aumento de peso.

Tratar la obesidad en una fase precoz

“Si la pérdida de peso intencionada en personas con obesidad con un IMC inferior, en torno a 30, es especialmente beneficiosa para la salud, y el aumento de peso potencialmente perjudicial, deberíamos centrarnos en tratar la obesidad en una fase más temprana de la enfermedad“, explica el profesor Khunti.

En las personas con obesidad (índice de masa corporal de 30 kg/m2 o más), se ha demostrado que una pérdida de peso modesta (entre el 5% y el 10%) proporciona una reducción clínicamente significativa del riesgo de desarrollar, y revertir, algunas complicaciones relacionadas con la obesidad, como la diabetes de tipo 2, la apnea del sueño y el asma, y, por el contrario, el aumento de peso puede aumentar este riesgo.

Sin embargo, se sabe poco sobre cómo influye el IMC antes del cambio de peso (pérdida o aumento) en el riesgo de complicaciones relacionadas con la obesidad en la práctica clínica real.

Para profundizar en esta cuestión, los investigadores analizaron datos anónimos de la base de datos UK Clinical Practice Research Datalink (CPRD) -que contiene información sobre más de 11 millones de pacientes de 674 consultas de medicina general del Reino Unido, desde 1987 hasta la actualidad- y de las estadísticas de episodios hospitalarios.

Extrajeron los datos de 422.642 adultos (con una edad media de 51 años) con obesidad (IMC igual o superior a 30 kg/m2) entre 2001 y 2010. Al inicio del estudio, los participantes tenían un IMC medio de 33,6.

Los investigadores compararon cómo el riesgo de desarrollar 13 complicaciones relacionadas con la obesidad (apnea del sueño, artrosis de cadera/rodilla, hipertensión arterial, dislipidemia, angina inestable/infarto de miocardio, tromboembolismo venoso, fibrilación auricular, insuficiencia cardíaca, enfermedad renal crónica, asma, síndrome de ovario poliquístico (SOP) y depresión) se vio afectado por su patrón de cambio de peso durante un periodo de 4 años tras la primera medición del IMC.

Los resultados se ajustaron en función de los factores que podían afectar a los resultados, como el sexo, el tabaquismo y las complicaciones existentes relacionadas con la obesidad, así como el IMC inicial.

Resultados de la investigación

Durante una media de 7 años de seguimiento, los investigadores descubrieron que, con cualquier nivel de IMC inicial, la pérdida de peso era beneficiosa y el aumento de peso perjudicial para las 13 complicaciones relacionadas con la obesidad.

Sin embargo, las tendencias diferían según el IMC inicial. Un IMC inicial más bajo se asoció a una mayor reducción del riesgo de padecer SOP, apnea del sueño y diabetes de tipo 2 en aquellos que lograron una pérdida de peso clínicamente relevante del 10% y el 20%.

El aumento de peso incrementó los riesgos. Por ejemplo, una pérdida de peso del 20% en personas que partían de un IMC de 30 se asoció a un riesgo relativo un 56% menor de desarrollar diabetes de tipo 2; partiendo de un IMC de 50, una pérdida de peso similar sólo redujo el riesgo en un 39%.

Del mismo modo, el estudio descubrió que en el caso de la dislipidemia, la hipertensión arterial y la enfermedad renal crónica, el aumento o la disminución del riesgo asociado al cambio de peso era mayor para los individuos con un IMC más bajo que para los que tenían un IMC más alto.

Por ejemplo, un aumento de peso medio del 20% en personas con un IMC inicial de 30 se asoció a un aumento del 30% del riesgo relativo de desarrollar hipertensión arterial, mientras que en las personas con obesidad de clase III (IMC 50), se vinculó a un riesgo un 11% mayor.

Estos resultados no fueron iguales para todas las complicaciones relacionadas con la obesidad. En el caso del infarto de miocardio, el ritmo cardíaco irregular y la insuficiencia cardíaca, los que tenían el IMC inicial más alto fueron los que más se beneficiaron de la pérdida de peso.

Por ejemplo, una pérdida de peso media del 20% en personas con un IMC inicial de 30 se asoció a un riesgo relativo un 3% menor de desarrollar insuficiencia cardíaca; mientras que los que tenían un IMC de 50 o más redujeron su riesgo en un 29%.

Por el contrario, un aumento de peso del 20% en las personas con un IMC de 50 aumentaba el riesgo de insuficiencia cardíaca en un 93%, y en un 43% en las que tenían un IMC de 30.

Pérdida de peso

Un segundo análisis de la misma población de estudio, en el que se analizó cómo los diferentes grados de pérdida de peso pueden influir en el riesgo de desarrollar complicaciones individuales, descubrió que la pérdida de diferentes cantidades de peso corporal aportaba diferentes beneficios para la salud.

Los autores descubrieron que entre los 260.617 adultos con aumento de peso o con un peso estable incluidos en el análisis, sólo se necesitan cantidades modestas de pérdida de peso (una media del 6% al 12%) para prevenir la diabetes de tipo 2 y la osteoartritis, y que una mayor pérdida de peso (una media del 18%) se asocia con una mayor reducción del riesgo de hipertensión arterial, dislipidemia y asma.

“Sabemos que las personas con obesidad a menudo luchan por perder y mantener el peso, y este estudio muestra lo importante que puede ser para la salud perder o ganar peso –afirma Camilla S Morgen–. Nuestros resultados sugieren que un IMC inicial diferente puede influir notablemente en el riesgo de desarrollar complicaciones específicas relacionadas con la obesidad, cuando se pierde o se gana peso. Ahora debemos centrarnos en fomentar un apoyo y un tratamiento más tempranos para las personas con obesidad”.

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