Tener demasiado peso, incluida la barriga prominente, a partir de la mediana edad está vinculado a un mayor riesgo de fragilidad física en la vejez, según una investigación publicada en la revista de acceso abierto ‘BMJ Open’.
Los investigadores afirman que la fragilidad suele considerarse erróneamente un trastorno puramente de desgaste, y subrayan la importancia de mantenerse en forma durante la edad adulta para minimizar el riesgo.
La fragilidad se caracteriza por al menos 3 y la prefragilidad por 1-2 de los siguientes 5 criterios: pérdida de peso involuntaria; agotamiento; fuerza de agarre débil; velocidad de marcha lenta; y bajos niveles de actividad física. Se asocia con vulnerabilidad a las caídas, discapacidad, ingreso hospitalario, reducción de la calidad de vida y muerte.
Cada vez hay más pruebas de que los adultos mayores obesos pueden correr un riesgo mayor porque la obesidad agrava el deterioro de la fuerza muscular, la capacidad aeróbica y la función física relacionado con la edad. Pero pocos estudios han realizado un seguimiento de los cambios de peso y el riesgo de fragilidad a largo plazo.
Por ello, los investigadores se basaron en los participantes del Estudio Tromso, de Noruega, para averiguar si la obesidad general (IMC) y abdominal (perímetro de la cintura), por separado y conjuntamente, podrían afectar al riesgo de prefragilidad/fragilidad.
Este estudio consta de siete oleadas de encuestas a 45.000 residentes de Tromso (Noruega), de entre 25 y 99 años, llevadas a cabo entre 1974 y 2015-16. El presente estudio se basó en datos de las oleadas 4 (1994-5) a 7 (2015-16).
El análisis final incluyó a 4.509 personas de 45 años o más. La edad media al inicio del estudio era de 51 años, y el periodo medio de seguimiento duró 21 años. Un IMC inferior a 18,5 se categorizó como bajo peso, normal como 18,5-24,9, sobrepeso como 25-29,9 y obesidad como 30 y más.
El perímetro de cintura se clasificó en normal (94 cm o menos para los hombres y 80 cm o menos para las mujeres); moderadamente alto (95-102 cm para los hombres y 81-88 cm para las mujeres); y alto (más de 102 cm para los hombres y más de 88 cm para las mujeres).
En 2015-16, el 28% de los participantes eran prefrágiles, el 1% frágiles y el 70,5% fuertes. En total, casi el 51% de los que eran fuertes y el 55% de los categorizados como prefrágiles eran mujeres.
Aunque los participantes de los grupos fuerte y pre-frágil/frágil aumentaron de peso y ampliaron sus cinturas durante el periodo de seguimiento, hubo una mayor proporción de participantes con IMC y cinturas normales al inicio del periodo de seguimiento en el grupo fuerte.
A excepción de las enfermedades coexistentes, como la diabetes, los factores potencialmente influyentes, como el consumo de alcohol y tabaco, el nivel educativo, el estado civil, el apoyo social y los niveles de actividad física, difirieron significativamente entre los grupos fuerte y pre-frágil/frágil, y se tuvieron en cuenta en el análisis.
Los que eran obesos en 1994, evaluados únicamente por el IMC, tenían casi 2,5 veces más probabilidades de ser precargados/frágiles al final del periodo de seguimiento que los que tenían un IMC normal.
Del mismo modo, los que tenían un perímetro de cintura moderadamente alto o alto, al principio, tenían un 57% y el doble de probabilidades, respectivamente, de ser pre-frágiles/frágiles que los que tenían un perímetro de cintura normal.
Los que empezaron con un IMC normal pero un perímetro de cintura moderadamente alto, o los que tenían sobrepeso pero un perímetro de cintura normal, no tenían una probabilidad significativamente mayor de ser pre-frágiles/frágiles al final del periodo de seguimiento. Sin embargo, los que eran obesos y tenían un perímetro de cintura moderadamente alto al inicio del periodo de seguimiento sí lo eran.
También se observaron mayores probabilidades de padecer prefragilidad/fragilidad entre los que aumentaron de peso y entre aquellos cuya cintura se expandió que en aquellos cuyo peso y cintura permanecieron inalterados durante todo el periodo.
Aunque los resultados coinciden con los de estudios previos a largo plazo, se trata de un estudio observacional, que no registró los cambios potencialmente influyentes en el estilo de vida, la dieta y las redes de amistad que podrían haberse producido durante el periodo de seguimiento.
Además, los investigadores señalan que los resultados seguían siendo significativos para los participantes con obesidad de base y mayor perímetro de cintura cuando se excluía del análisis a los mayores de 60 años. En el estudio se incluyeron pocas personas con bajo peso.
Sin embargo, los investigadores sugieren que los resultados tienen algunas explicaciones biológicas plausibles. Entre ellas, el aumento de la capacidad inflamatoria de las células adiposas y su infiltración en las células musculares, dos factores que probablemente potencien el declive natural de la masa y la fuerza muscular relacionado con la edad, aumentando así el riesgo de fragilidad, explican.
Sin embargo, concluyen que, “en un contexto en el que la población envejece rápidamente y la epidemia de obesidad va en aumento, cada vez hay más pruebas que reconocen el subgrupo de individuos mayores ‘gordos y frágiles’, en contraste con la visión de la fragilidad sólo como un trastorno de desgaste”.
Su estudio “subraya la importancia de evaluar y mantener de forma rutinaria un IMC y un perímetro de cintura óptimos durante la edad adulta para reducir el riesgo de fragilidad en la vejez”, añaden.
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