Una investigación realizada por científicos del Instituto Salk en California (Estados Unidos) ha revelado que, una vía cerebral específica impulsa la sensación mecánica de los picores, producida por el contacto de algún insecto como el mosquito, que es distinta de la vía neural que codifica la sensación química, generada por un irritante como la saliva del mosquito en su picadura.
Los hallazgos, publicados en ‘Neuron’, muestran que una pequeña población de neuronas transmite información sobre el picor mecánico desde la médula espinal hasta el cerebro e identifican las señales de neuropéptidos que regulan ambos tipos de picor.
“Este estudio aporta datos fundamentales sobre cómo el cerebro codifica estas dos formas de picor y abre nuevas vías de intervención terapéutica para los pacientes que padecen una serie de enfermedades crónicas que producen picor, como la dermatitis ectópica y la psoriasis“, afirma el coautor del estudio, catedrático y titular de la Cátedra Frederick W. y Joanna J. Mitchell, Martyn Goulding.
Goulding asegura que “la prevalencia del picor crónico aumenta a medida que se envejece”. Por este motivo, los investigadores tratan de averiguar más “sobre lo que ocurre con los circuitos neuronales que transmiten el picor a medida que se envejece”. “Dado que el picor crónico es un problema intratable, nuestros hallazgos deberían ayudar a impulsar el desarrollo de nuevas terapias para tratarlo”, añade.
El descubrimiento se basa en trabajos anteriores del laboratorio de Goulding que habían identificado las neuronas de la médula espinal que controlan el picor mecánico y no el químico. Los miembros del laboratorio de Goulding se asociaron con el coautor Sung Han, profesor adjunto y titular de la Cátedra de Desarrollo del Fondo Pioneer, que había descubierto anteriormente que una pequeña región del cerebro funciona como centro de alarma que recibe señales de amenaza, tanto externas como internas, procedentes del cuerpo.
El equipo de Han había observado que un grupo específico de neuronas era crucial para codificar las señales de amenaza. El laboratorio de Goulding decidió centrarse en estas neuronas y averiguar si desempeñaban un papel específico en la transmisión de señales mecánicas de picor a este centro de alarma.
El equipo utilizó métodos genéticos combinados con microscopios miniaturizados portátiles que permitieron a los investigadores observar la actividad inducida por el picor en neuronas individuales de ratones. Los científicos descubrieron que eliminando una vía inhibidora implicada en el picor, podían activar un picor mecánico.
Al observar la actividad subsiguiente y los cambios que se producían en el tronco encefálico, vieron que distintas células respondían al picor mecánico o químico. Esto permitió al equipo clasificar las distinciones entre una vía de picor químico y una vía de picor mecánico e identificar claramente las moléculas importantes para regularlas.
“Descubrimos que si se sensibiliza una vía, se puede estimular un estado de picor patológico, y viceversa”, dice Han. “Esto indica que estas dos vías actúan conjuntamente para impulsar el picor crónico”, añade.
A continuación, los científicos planean examinar en qué parte del cerebro convergen estas vías y luego explorar las partes del cerebro que reciben las señales que determinan la decisión de rascarse o no un picor. También quieren entender mejor cómo la médula espinal y el tronco encefálico diferencian entre dolor y picor.
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