La prevención primaria consiste en actuar sobre los factores de riesgo cardiovascular para disminuir al máximo la probabilidad de que se acabe desarrollando la enfermedad. La manera más importante de prevenir la enfermedad aterosclerótica es la promoción de un estilo de vida saludable a lo largo de la vida, en especial evitando el tabaquismo.
Resulta fundamental para prevención cardiovascular realizar una correcta estimación y estratificación del riesgo cardiovascular. Las actuales guías de práctica clínica recomiendan la estimación del riesgo de enfermedad cardiovascular mortal y no mortal a 10 años utilizando las escala SCORE2 para personas aparentemente sanas sin enfermedad arteriosclerótica establecida, diabetes, enfermedad renal o trastornos genéticos de la presión arterial o los lípidos.
Como medidas de actuación en prevención primaria, hay que centrarse en la modificación del estilo de vida y las opciones de tratamiento farmacológico, centradas en este caso en la pauta hipolipemiante.
Para las personas aparentemente sanas con riesgo cardiovascular alto o muy alto, se recomienda una intensificación gradual del tratamiento hipolipemiante teniendo en cuenta su riesgo, el beneficio del tratamiento, los modificadores del riesgo y las preferencias del paciente, hasta alcanzar los objetivos de tratamiento en cada grupo de riesgo. Los fármacos más empleados para el tratamiento hipolipemiante son las estatinas y la combinación con ezetimiba.
Entre las medidas de prevención cardiovascular están realizar actividad física diaria; se recomiendan entre 30-60 minutos diarios o entre tres, cinco y siete horas de actividad vigorosa a la semana. Hay que mantener peso ideal, con un IMC entre 20-25, y un diámetro cintura <94 cm en hombres y <80cm en mujeres. También se recomienda control de los factores de riesgo cardiovascular adicionales, como HTA o DM.
Junto con estas recomendaciones vienen las dietéticas, siendo la dieta más recomendable una dieta mediterránea, rica en fruta, legumbres, verduras no almidonadas, nueces, cereales integrales, pescado y aceites vegetales, con consumo limitado de carnes procesadas y carnes rojas. El aceite de oliva también ha sido estudiado como suplemento con reducción de eventos respecto a una dieta baja en grasas.
Si con estas medidas no se consigue el control de los factores de riesgo, habría que plantearse la pauta terapéutica, donde las estatinas son la primera opción. La pauta combinada de rosuvastatina y ezetimiba puede ser una opción adecuada por la buena tolerancia, ausencia de metabolismo por la vía del citocromo a diferencia de otras estatinas, pudiendo llegar incluso a una dosis de 40 mg.
Todos los pacientes que presenten cifras elevadas de colesterol por encima de los niveles recomendados para su riesgo cardiovascular deben seguir las medidas higiénico-dietéticas encaminadas a reducir sus niveles de colesterol total, colesterol LDL y colesterol no-HDL, teniendo especial importancia estos dos últimos puesto que reflejan la fracción del colesterol que es responsable de la aterogénesis.
Con respecto al tratamiento farmacológico, la adherencia es muy importante y varía del 50 % en prevención primaria de enfermedad aterosclerótica al 66 % en prevención secundaria.
Aproximadamente el 9 % de los casos de enfermedad aterosclerótica en Europa pueden atribuirse a baja adherencia farmacológica.
Entre los factores que contribuyen a la baja adherencia están la polifarmacia, la complejidad de las pautas posológicas, la mala comunicación entre el médico y el paciente, la falta de aceptación de la enfermedad, las creencias sobre las consecuencias y los efectos secundarios, las habilidades intelectuales/cognitivas, los trastornos mentales, las limitaciones físicas, los aspectos económicos y vivir solo. También hay que tener en cuenta que la depresión es otro factor importante, y un tratamiento adecuado mejora la adherencia.
Las aplicaciones móviles pueden mejorar la adherencia tanto a la medicación como a los cambios conductuales. En líneas generales, son fáciles de utilizar.
El consumo excesivo de alcohol está demostrado que origina un aumento de la presión arterial, lo que provoca un endurecimiento de las arterias y rigidez en el músculo cardiaco.
Por su parte, la obesidad se asocia al síndrome metabólico, hipertensión, diabetes mellitus, insuficiencia cardiaca, fibrilación auricular y cardiopatía coronaria.
Lo que sí que está claro es que la dieta mediterránea supone un efecto beneficioso de carácter global sobre la presión arterial, así como una reducción en los niveles de glucosa.
Para la elaboración de este artículo se ha contado con la colaboración de los doctores Rafael Carlos Vidal Pérez, Pablo Martínez Ramos, Manuel López Pérez, Alberto José Pérez Pérez, Antonio Lissarrague Sanz y Miguel Lapeña Reguero, de A Coruña.
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