La dislipemia es un factor de riesgo cardiovascular que no presentas síntomas ni signos que se puedan detectar en la anamnesis. Se puede sospechar si se conocen los hábitos alimenticios del paciente o bien sus antecedentes familiares, como las dislipemias heterocigóticas, y personales, como eventos cardiovasculares previos.
No obstante, las manifestaciones más comunes de la dislipidemia son la hipercolesterolemia y la hipertrigleceridemia. No suele presentar ninguna sintomatología, ya que en sí misma es una enfermedad asintomática. Los síntomas se suelen dar cuando la enfermedad ya se encuentra en una etapa avanzada, manifestándose entonces los síntomas derivados de las complicaciones asociadas a esta enfermedad. Entre los más graves destacan los eventos cardiovasculares, como las enfermedades coronarias o los infartos cerebrales. En casos graves familiares sí se pueden ver signos más precoces como son los xantomas, xantelasmas y diferentes depósitos grasos en regiones como los tendones de Aquiles.
Su detección se establece normalmente a través de un hallazgo analítico en análisis rutinario o a la búsqueda específica de riesgo vascular.
Con respecto a los factores de riesgo hay que destacar los malos hábitos a nivel dietético, llevar una vida sedentaria, tabaquismo, consumo frecuente de bebidas alcohólicas y, por supuesto, el factor genético que es el más habitual en los pacientes. También hay que considerar factores de riesgo como el hipotiroidismo, enfermedades renales, hepatopatías e hipogonadismo.
Como la enfermedad ateroesclerótica se inicia desde las primeras etapas de la vida, es necesaria la prevención para poder disminuir la incidencia y complicaciones agudas posteriores. Así, las alteraciones del metabolismo lipídico aumentan el riesgo cardiovascular, el colesterol es un componente de la placa de ateroma y su procedencia es plasmática. La concomitancia de la dislipemia con otros factores de riesgo, como la hipertensión, diabetes, síndrome metabólico, tabaquismo y enfermedad renal, incrementan los riesgos cardiovasculares. Por eso, hay que actuar precozmente cambiando los hábitos y corrigiendo los factores de riesgo modificables.
En cuanto al tratamiento, su base es en primer lugar las medidas higiénico dietéticas, como es la dieta baja en grasas en la hipercolesterolemia y de azúcares, especialmente los refinados, en la hipertrigliciremia. Por otra parte, es imprescindible ejercicio físico adaptado a las condiciones de cada paciente y a su edad. Si esto fracasa, hay que pasar a tratamiento médico, basado en las estatinas en la hipercolesterolemia; fibratos, en la hipertrigliceridemia o combinaciones de los mismos, sin olvidar los últimos y más potentes que son la familia de los anticuerpos monoclonales anti –PCSK9. Como alternativa también hay que considerar los ácidos grasos omega 3.
A la hora de valorar el tratamiento, el primer control se realiza a los tres meses, y si hay disminución significativa (un 10 por ciento mínimo) antes de aumentar dosis o buscar otras opciones controlar a los tres meses siguientes. En el resto de casos ya controlados a los seis meses. En los pacientes controlados los seguimientos los realiza enfermería en el caso de atención primaria. Así, para hacer un control de los niveles de colesterol en un paciente al que se le han iniciado tratamiento con estatinas u otros fármacos hipolipemiantes hay que tener en cuenta diferentes factores para una correcta medida. Es importante que el paciente durante las tres semanas previas al análisis haga un estilo de vida habitual (dieta, ejercicio, peso…). Habrá que hacer un ayuno correcto de unas 12-14 horas previas al análisis para la correctas medidas de los niveles de triglicéridos y del colesterol LDL y no se recomienda hacer ejercicio las tres horas previas a la extracción. Otro aspecto importante es que se debería retrasar unas tres semanas la medida de los niveles de colesterol después de una enfermedad leve, un cambio dietético reciente (Navidad, vacaciones…) y al menos tres meses tras una enfermedad importante, una cirugía mayor o un episodio cardiovascular.
Pero antes de instaurar el tratamiento farmacológico, las primeras medidas a tomar con el paciente serían dejar de fumar, reducir la ingesta de alcohol a <30g/d, mantener o bajar peso con dieta saludable, iniciar ejercicio aeróbico por lo menos 30 min/día (caminar, correr, etc..) al menos 5 días por semana… Es importante que el paciente realice cambios progresivos en su estilo de vida, ya que eso ayudará a alcanzar los objetivos marcados por el médico, puesto que si se proponen medidas muy drásticas al inicio se corre el riesgo de que el paciente se frustre y no alcance los objetivos marcados.
El farmacéutico puede ayudar al cumplimiento orientando al paciente e insistiendo en la necesidad de respetar las tomas del fármaco por parte del paciente. Es importante que desde la farmacia se oriente y guíe al enfermo en la necesidad de llevar un buen control de la medicación e informarle de los beneficios y posibles riesgos de no hacerlo correctamente. Es fundamental también que se efectúe un control de forma sistemática, continuada y documentada, llevando un control también con el médico en cuestión para abordar los problemas que puedan surgir y tomar las decisiones para un correcto tratamiento de la patología.
Así, puede revisar la medicación cada mes y preguntar si lo ha tomado. Debe aconsejar seguir una dieta paralela al tratamiento farmacológico, realizar de ejercicio, evitar tóxicos y puede realizar análisis periódicos de la dislipemia y en caso necesario remitirlo a su médico para cumplimentar el análisis y prevenir complicaciones.
En personas mayores o con dificultad para la comprensión debe aconsejar el uso de pastillero mensual y efectuar en la farmacia la distribución de la medicación, y además servirá para comprobar que efectivamente toma la medicación.
Para la elaboración de este artículo se ha contado con la colaboración de los doctores especialistas en Medicina General Joan Frigola Marcet, Ángel Aguiló Rovira, y Manel Andreu Ruiz, del CAP S Pere, Reus, Tarragona; Jordi Brunte, Maite Sanavia y Federico Torres, del CAP San Llatzer, Terrassa; los médicos de Atención Primaria María Mariana Martínez, Mger Shafrazyan y Antonia Ocaña Padilla, de Ocata (Masnou), Barcelona, y los médicos de Familia Antonio Siurana Vila, Ramón José González Alonso, Ramón Soraluce Acebo y Griselda Martin Carpena, de Barcelona.
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