La comunicación del diagnóstico de una enfermedad crónica, como es la diabetes tipo 2, suele generar un gran impacto psicoemocional. Por eso, se debe hacer con especial cuidado para que el paciente pueda afrontar su nueva situación. La comunicación debe hacerse de forma clara, evitando el lenguaje técnico, para que el paciente y su familia pueda asimilar toda la información que se le está dando.
Hay que establecer un clima de confianza, teniendo presente que la información debe ser adaptada a cada paciente y sus factores psicosociales, dosificada en forma progresiva, compartida por algún familiar cercano. Desde un principio hay que darle la oportunidad de realizar preguntas y alentándoles a que las traigan por escrito en las siguientes consultas, lo que les permitirá aumentar la autonomía para el cuidado de su salud y establecer, a la vez, un vínculo que favorecerá el seguimiento.
Al tratarse de una enfermedad crónica requiere por parte de los profesionales que le atienden (médicos y enfermeros) una información precisa e individualizada adecuada al lenguaje y el grado de comprensión del paciente, explicando con claridad desde el inicio del diagnóstico las dudas sobre la diabetes y sus tratamientos. Es importante mostrar empatía y lograr acuerdos ya desde el inicio en un entorno de corresponsabilidad, evitando actitudes paternalistas por parte de los profesionales de salud y marcando objetivos a lograr en su tratamiento tanto de modificación de hábitos de vida como farmacológico, a corto y medio plazo. En cada entrevista a partir del diagnóstico se deben recordar los acuerdos y corregir aquellas conductas inapropiadas para prevenir complicaciones a largo plazo y mejorar su calidad de vida. Sin el compromiso del paciente no es posible alcanzar el control.
Estado de ánimo
Hay que tener en cuenta que a nivel personal es frecuente que aparezca a lo largo del proceso de la enfermedad la depresión en el paciente diabético, dificultando la adherencia al tratamiento por desinterés en el autocuidado, que se traduce en conductas inadecuadas de alimentación, ejercicio, hábitos de vida y hábitos tóxicos añadidos, aumentando las complicaciones a la larga y la dificultad del manejo terapéutico. Por otro lado, tras el diagnóstico y la dificultad en conseguir cambios de hábitos de vida (laborar, social), el paciente puede llegar a negar la enfermedad o considerarla no grave, lo que hace que no se centre en su autocuidado.
Es importante la percepción que el paciente tiene sobre su tratamiento a la hora de valorar su calidad de vida, así como la satisfacción con el mismo y la adaptación a la diabetes. En el caso de los pacientes diabéticos en tratamiento con insulina la enfermedad se percibe como peligrosa. Un exceso de insulina o una equivocación de la dosis o del tipo de insulina puede provocar un problema grave. Por tanto, se vive con miedo. La hipoglucemia constituye un acontecimiento temido que condiciona la percepción de la enfermedad y más se valora respecto al control.
Grupos de edad
El paciente anciano suele tener mejor integración, por lo que el control será más sencillo. Este paciente se va a relacionar con un grupo de amistades que probablemente padezcan también diabetes y eso facilitará la integración.
Por su parte, el paciente más joven puede ser más complejo, ya que estará más preocupado por su enfermedad, por su evolución y por su afectación a largo plazo. Se va a preocupar más por su enfermedad y tendrá un mayor control. Además, deberá ajustar horarios y dar a conocer su situación. Por eso, es muy importante que el paciente obtenga el apoyo social, familiar y laboral para conseguir una mayor adherencia a los tratamientos a través del cumplimiento de pautas de autocuidado.
La simplificación de tratamiento para el paciente diabético, con el uso de terapias combinadas, sencillez en la dosificación, puede redundar en una mayor adherencia terapéutica. Las intervenciones para mejorar en la DM2 suelen estar a cargo principalmente del médico de Atención Primaria y del equipo de enfermería, a lo que habría que sumar la implicación por parte del farmacéutico. La toma de decisiones compartidas entre profesional sanitario-paciente y que el paciente participe en la monitorización de su enfermedad son factores con los que se puede lograr una mayor adherencia.
Adherencia
Así, las intervenciones en la consulta enfocadas en la mejora de la adherencia son adecuar el lenguaje, comprobar con el paciente el grado de comprensión de los mensajes que se le han dado o explicar con claridad dudas sobre la enfermedad y el tratamiento, con entrevistas motivacionales. Otras intervenciones que podrían aumentar la adherencia terapéutica incluyen la educación sanitaria del paciente y cuidador, el apoyo de las asociaciones de pacientes, las intervenciones basadas en llamadas telefónicas, mensajes de texto y alertas, y aumentar la formación específica sobre adherencia en los profesionales sanitarios.
Apoyo familiar
En este contexto, es clave el compromiso familiar a la hora de hacer una dieta más saludable. En el ámbito laboral debe poder hacer varias comidas a lo largo del día y disponer de tiempo para hacer ejercicio. Se debe permitir la corresponsabilidad del paciente en la toma de decisiones compartidas y la autogestión de su enfermedad, ya que se potencia la confianza en sí mismos. El apoyo social de los cuidadores también es importante para alcanzar los objetivos del tratamiento.
Así, el equipo de salud debería transmitir información consensuada y no discrepante sobre la diabetes y su tratamiento que permita al paciente sentirse seguro. Ante los cambios son frecuentes la angustia y la ansiedad tanto del paciente como de sus cuidadores. Por tanto, en cada visita se debería considerar los aspectos emocionales y los psicosociales, proporcionando recursos al paciente y herramientas para su autogestión.
Las asociaciones de pacientes permiten que los nuevos pacientes estén informados sobre todas las novedades relacionadas con la enfermedad. Además, suelen organizar cursos o eventos con el objetivo de ofrecer la mayor cantidad posible de información para mejorar la calidad de vida. Se trata de una buena forma de reforzar el tratamiento, teniendo en cuenta la experiencia de otros enfermos que están en su misma situación y que pueden aportar consejos para reforzar el tratamiento.
Control en la farmacia
El farmacéutico, como profesional sanitario próximo al paciente, puede colaborar en el seguimiento y cuidado de las personas con diabetes. Su cercanía y accesibilidad puede convertirle en el primer profesional al que acuden los pacientes cuando necesitan aclarar alguna duda relativa a su tratamiento. Desde el marco de la farmacia asistencial, se puede fomentar el mejor control de estos pacientes, ya sea informándoles sobre su situación y sobre las medidas que pueden ayudarles a mejorar su enfermedad, promoviendo un uso adecuado de la medicación dispensada y facilitando la información adecuada en cuanto a interacciones o contraindicaciones. El seguimiento y control del paciente por los profesionales sanitarios facilita el control de la patología y ralentiza la progresión de la enfermedad.
También tiene un papel destacado en la educación diabetológica tanto del paciente como de sus familiares, ya que puede ofrecer información sobre la alimentación, el ejercicio y el tratamiento farmacológico. El farmacéutico debe salir de su rol actual de dispensador de fármacos, transformando la farmacia comunitaria en una Unidad Asistencial donde se realice una dispensación activa, en la que se incluya la valoración de la indicación terapéutica, el seguimiento farmacoterapéutico, el uso correcto del medicamento, la educación sanitaria y la de todos aquellos aspectos que engloban una atención farmacéutica de calidad en el entorno del paciente.
Para la elaboración de este artículo se ha contado con la colaboración de los doctores especialistas en Medicina de Familia José María Moral Pascual, Mercedes Redondo Sánchez, Rosa Castro Esteban, Irene García Ortiz, Ana María Alba Navas, Soledad Morales Moratilla, Miguel Angel Maria Tablado, Marta Guzón Centeno, Fernando Durán Lapie, Alfredo Marco Cano, María Carmen Martínez blanco, Juan Carlos Campos Rodríguez, Jose Ramón Rodríguez Encinar, María Luisa Romero García, Pilar Coca Domínguez y Miguel Soler González, de Madrid, y Olga Silvia García López, Araceli Higuera Rodríguez, Jesús Fraguas Gutiérrez, Manuel Fernández Mena y Jesús Grande Saurina, de Toledo.
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