Un consumo elevado de productos animales, alimentos procesados, alcohol y azúcar está relacionado con un microbioma intestinal que favorece la inflamación, según un estudio publicado en la revista científica ‘Gut’.
La variedad y el volumen de bacterias en el intestino, conocido como microbioma, afecta directamente al equilibrio de las respuestas pro y antiinflamatorias en el intestino. Este ecosistema también afecta a la inmunidad sistémica y un desequilibrio está implicado en un número creciente de afecciones inflamatorias, que van desde la diabetes a la artritis, pasando por las enfermedades cardíacas y el lupus eritematoso sistémico, señalan los investigadores.
El análisis de los datos reveló 38 asociaciones entre la ingesta alimentaria y determinados grupos de bacterias. Es más, 61 alimentos y nutrientes individuales se asociaron con 61 especies de bacterias y 249 procesos metabólicos en todos los participantes del estudio.
Los alimentos procesados y los derivados de animales se asociaron sistemáticamente con un mayor volumen relativo de especies bacterianas “oportunistas”, incluidas ciertas bacterias pertenecientes a Firmicutes y Ruminococcus sp, y con una actividad proinflamatoria. Los alimentos vegetales y el pescado, por el contrario, se asociaron con especies bacterianas “amistosas” implicadas en la actividad antiinflamatoria.
El consumo de frutos secos, pescado azul, frutas, verduras y cereales se relacionó con una mayor abundancia de bacterias, como Faecalibacterium sp, que producen ácidos grasos de cadena corta: estos ácidos ayudan a controlar la inflamación y a proteger la integridad de las células que recubren el intestino.
El vino tinto también se asoció a una mayor abundancia de varias bacterias productoras de ácidos grasos de cadena corta. Pero la ingesta total de alcohol, las bebidas espirituosas y el azúcar se asociaron con especies y funciones microbianas amigables.
El consumo de café también se asoció a una mayor abundancia relativa de Oscillibacter sp, mientras que los productos lácteos fermentados, como el suero de leche y el yogur, se asociaron fuertemente a bacterias antiinflamatorias, como Bifidobacterium, Lactobacillus y Enterococcus sp.
Los grupos de alimentos de panes; legumbres, como lentejas, guisantes y garbanzos; pescado y frutos secos se asociaron sistemáticamente con una menor abundancia relativa de bacterias “oportunistas” y actividad proinflamatoria.
Sin embargo, un grupo de comida rápida compuesto por carnes, patatas fritas, mayonesa y refrescos se asoció con un grupo de bacterias “poco amistosas” Clostridium bolteae, Coprobacillus y Lachnospiraceae en todos los participantes del estudio.
En ausencia de fibra, estas bacterias se dirigen a la capa de mucosa del intestino para alimentarse, lo que conduce a una erosión de la integridad del intestino, señalan los investigadores.
Estos patrones se observaron en todos los grupos de participantes en el estudio, lo que sugiere solapamientos en la dieta y la señalización del microbioma intestinal entre las personas sanas y las que padecen la enfermedad inflamatoria intestinal o el síndrome del intestino irritable, sugieren los investigadores.
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