La combinación de proteínas séricas ricas en osteopontina láctea y membrana del glóbulo graso (MFGM), junto con HMO, a las leches infantiles tiene un efecto protector sobre el sistema inmunológico de los bebés. Por un lado reducen la prevalencia de los procesos infecciosos y, por otro, refuerzan y estimulan la maduración del sistema inmune infantil.
Así se ha puesto de manifiesto en la reunión virtual sobre leches infantiles y sistema inmune en pediatría, organizada por Laboratorios Ordesa como apoyo al lanzamiento de su nueva gama de leches infantiles Blemil Optimum ProTech. Un encuentro en el que han participado el doctor Roi Piñeiro, jefe de Servicio de Pediatría en el Hospital Universitario General de Villalba; y el doctor José Manuel Moreno, responsable del Departamento de Pediatría de la Clínica Universitaria de Navarra.
La leche materna contiene más de 200 componentes bioactivos. “En la medida en que seamos capaces de conocerlos y sus funciones, y podamos disponer de ellos tecnológicamente, se podrán ir incorporando en las fórmulas infantiles y mejorar la salud del bebé”, ha señalado el doctor Moreno.
Las leches infantiles han ido evolucionando desde su introducción en 1865 y cambiando su composición. Son mejoras que se han hecho en el contenido proteico de la leche, otras en el cuerpo graso (las más recientes) y otras en los hidratos de carbono, como los oligosacáridos. “Existe un campo muy amplio de estudio, el de los componentes bioactivos que van a mejorar mucho las leches infantiles en el caso de no poder disponer de la leche materna”, asegura.
La osteopontina láctea está presente en la leche materna, donde interacciona con otros componentes y juega un papel esencial en la maduración del sistema inmunitario del lactante, así como en su defensa frente a microorganismos patógenos.
Por su parte la membrana del glóbulo graso de la leche (MFGM) contiene más de 190 proteínas bioactivas diferentes, también relacionadas con la maduración del sistema inmune. “Esta actividad -indica Moreno- se traduce en una reducción en el número de episodios infecciosos y, probablemente, también aporte ventajas sobre la maduración cognitiva del niño, tal como revelan diversos estudios”.
Otro aspecto que se ha mejorado en algunas leches infantiles, destaca el pediatra, tiene que ver con el desarrollo de la microbiota del lactante. “La buena colonización del tracto digestivo del niño es un factor importante para la prevención de las infecciones y de las enfermedades inmunes”.
En este contexto, la incorporación de oligosacáridos de la leche humana (HMO) desarrollados tecnológicamente actúan como prebióticos que favorecen el bloqueo de los microorganismos patógenos. “Estas combinaciones de azúcares complejos contribuyen a la maduración y a la respuesta celular dentro de la propia mucosa intestinal y mejoran la función barrera”, incide el especialista. “Por tanto, también previenen la infección, en especial, las del aparato digestivo y respiratorio, frecuentes en los niños”.
Finalmente, otra de las mejoras que se deben tener en cuenta en las leches infantiles es la incorporación de α-lactoalbúmina, una proteína presente en el suero de la leche. Los estudios han demostrado que reducir la carga proteica durante el primer año de vida disminuye las probabilidades de desarrollar obesidad. Algo que se consigue con esta proteína.
En definitiva, los avances en las leches infantiles van encaminados a estudiar la incorporación de compuestos con repercusiones beneficiosas sobre la microbiota que ayuden a reducir el riesgo de contraer diversas enfermedades, y sobre los efectos en la salud a corto y largo plazo. “Que sean más digeribles, que mejoren la frecuencia y la consistencia de las deposiciones, pero también que ayuden a mejorar la función inmune del niño”, ha concluido el doctor Moreno.
En el encuentro virtual, el doctor Roi Piñeiro, especialista en Nefrología e Infectología Pediátrica, ha explicado la complejidad del funcionamiento del sistema inmunitario. En su discurso ha señalado que, pese a que es frecuente oír que el de los niños es inmaduro “eso no es del todo cierto”. “Hablamos de un sistema joven, con células que están aprendiendo a defenderse y tienen una respuesta adquirida más lenta y anticuerpos menos específicos”. No obstante, -indica el especialista- “la respuesta innata de un niño es mucho mejor que la de un adulto que tiene inmunosenescencia (deterioro del sistema inmune por el paso del tiempo)”.
A su juicio, es precisamente este efecto el que puede explicar por qué los niños han tenido una mejor respuesta ante la COVID-19 durante la pandemia, y que hayan desarrollado la enfermedad de forma menos grave que los adultos.
Esa complicación en la comprensión del funcionamiento del sistema inmune de los niños y las infecciones recurrentes frecuentes en la infancia han llevado, en “demasiadas ocasiones”, a la realización de estudios inmunológicos que no son necesarios, alerta el doctor Piñeiro. A su juicio, las infecciones clásicas en niños de repetición no deben generar preocupación ni sospecha de inmunodeficiencia, “debe ser la gravedad de la infección la que nos lo indique”.
Por tanto, únicamente debe ser origen de alarma cuando existen infecciones de repetición y evolución infrecuente. Es decir, si un niño tiene numerosas infecciones leves al año no hay problema, pero si solo tiene tres que han requerido hospitalización sí estaría justificado hacer pruebas complementarias.
A modo de resumen, el especialista ha identificado como signos de alerta ante una inmunodeficiencia: el uso de antibióticos con poco efecto en el niño, la necesidad de utilizar antibióticos intravenosos, problemas para ganar peso y retraso pondoestatural importante, aparición de abscesos en varios órganos, candidiasis persistentes, y antecedentes familiares.
En el caso de estar interesado en acceder a la grabación del evento, puede hacerlo a través de este enlace.
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