Desde el inicio de la pandemia provocada por la COVID-19, es raro el día en el que, entre la multitud de personas que acuden a diario a la farmacia comunitaria, no encontremos a nadie que no refiera haber tenido problemas de ansiedad y depresión durante este tiempo y, lo que es peor, que aún los acompañan en su quehacer diario.
El número de casos de ansiedad y depresión se ha disparado en estos dos últimos años a causa del:
Según la OMS, las enfermedades de salud mental en 2030 serán la principal causada de discapacidad. Por estos y otros motivos, la figura del farmacéutico comunitario debe posicionarse y visibilizar su actuación dentro del sistema sanitario frente a este tipo de problemas que siguen contando con cierto estigma social. Será una labor integrada dentro de un engranaje multidisciplinar con médicos y psicólogos, donde el paciente se sitúe en el centro de todas las acciones.
Los problemas derivados de la salud mental afectan a un elevado número de personas en España. Datos del 2020 ya nos posicionaban como líderes mundiales en el consumo legal de ansiolíticos, hipnóticos, sedante y antidepresivos. Más de dos millones de españoles los toman a diario.
Existe mucho miedo a comenzar a tomar medicamentos para la salud mental, sobre todo por desconocimiento. Es aquí donde el farmacéutico puede ayudar a mejorar la adherencia al tratamiento transmitiendo información clara y entendible al paciente.
El gran problema, en el abordaje de la salud mental, al que se enfrentan los médicos de atención primaria es la falta de tiempo con cada paciente. Solo disponen de unos pocos minutos para escuchar, preguntar, emitir un diagnóstico y prescribir un tratamiento a un paciente que llega a su consulta con la autoestima por el suelo, llorando y que en la mayoría de las ocasiones no puede conciliar el suelo.
Si a esta falta de tiempo por el ratio paciente/día al que deben hacer frente, le sumamos la aún escasa presencia del psicólogo clínico en la Sanidad pública y el bajo coste de las benzodiacepinas es fácilmente entendible como se acaban medicalizando los problemas cotidianos. El ejemplo más claro lo encontramos en aquellas personas que refieren problemas para conciliar el sueño. Si la solución es prescribir un fármaco de este grupo sin poner el foco en la raíz del problema, la causa inicial seguirá latente y solo se conseguirá, en el mejor de los casos, un control de sus síntomas.
Otro problema que cada día es más habitual, lo encontramos en el aumento considerable del consumo de benzodiacepinas en mayores de 65. Recordemos que son personas frágiles y con alta inestabilidad, por lo que se está estudiando si existe una posible relación entre el uso indiscriminado de este tipo de fármacos y el aumento en el número de caídas y posibles fracturas sobre todo a nivel de cadera en personas de este grupo de edad.
Para dar forma y posicionar la figura del farmacéutico en el tratamiento de la salud mental dentro del sistema sanitario, el Consejo General de Colegios Farmacéuticos junto a Neuraxpharm presentó el pasado 25 de abril el manual ”Lumens, abordaje de la Salud Mental desde la Farmacia”.
El propósito es dotar de una herramienta que ayude y forme al farmacéutico de manera específica en salud mental y visibilizar su labor posicionando la farmacia comunitaria como centro de referencia en salud mental.
La presentación de este manual ha ido acompañado de una serie de estudios que han arrojado los siguientes datos:
También se han publicado los resultados cosechados en estudios que buscaban conocer la percepción que tiene la sociedad española acerca de la figura del farmacéutico comunitario frente a la salud mental.
El resultado final ha sido tremendamente positivo, ya que 7 de cada 8 personas entrevistadas valoran positivamente su actuación y lo ven como un profesional capacitado para:
Los seres humanos somos vulnerables y ante determinadas situaciones inesperadas no sabemos cómo afrontarlas porque, en la mayoría de las ocasiones, no disponemos de las herramientas adecuadas. Es muy complicado poder prevenir algo de lo que no se puede hablar en la mayoría de las ocasiones. Las enfermedades mentales no tratadas pueden evolucionar a pensamientos suicidas, los cuales, pueden llegar a transformarse en una cada vez más numerosa realidad.
Se estima que son alrededor de 4.000 las personas que deciden terminar voluntariamente con su vida cada año en España, unas once al día. Por este motivo, el suicidio es ya la primera causa de muerte no natural en nuestro país y la segunda causa de fallecimiento en jóvenes de entre 15 y 29 años.
Ante la más mínima sospecha, se recordará al paciente la existencia de un teléfono de prevención de suicido, el 024, que está recibiendo actualmente unas 500 llamadas al día.
Aún siguen existiendo mucho prejuicios, estigma social y sensación de pecado en todo lo relacionado con el suicidio. Esperemos que pueda llegar a considerarse una cuestión social y de salud pública como otros tipos de enfermedades.
Para que se puede catalogar como efectivo un tratamiento antidepresivo debe englobar además de la elección adecuada de los medicamentos, su dosis y la duración del tratamiento. Las diferentes guías de práctica clínica en el tratamiento con antidepresivos hablan de una duración mínima del mismo de al menos entre 6 meses y un año tras la obtención de una respuesta positiva al trastorno depresivo.
Se ha podido constatar que al igual que ocurre en la mayoría de las enfermedades crónicas como la diabetes, la hipertensión o las dislipemias, la falta de adherencia a los antidepresivos también se sitúa en torno al 50 por ciento.
La baja adherencia a estos medicamentos va a imposibilitar la retirada temprana del fármaco, ya que la exposición insuficiente al antidepresivo impedirá conseguir el ansiado efecto terapéutico. Además supone un factor de riesgo de recurrencia de trastornos depresivos y se asocia a un aumento de la morbimortalidad.
No olvidemos que la correcta adherencia en este tipo de tratamientos posibilita la obtención de mejores resultados clínicos en otras patologías crónicas como la diabetes y la hipertensión.
La depresión en sí misma y la posible gravedad de sus síntomas pueden producir una falta de motivación tal que impida al paciente siquiera iniciar su tratamiento por desesperanza, desmotivación o falta de conocimiento.
Si nos centramos en aquellos pacientes ancianos con depresión, además de esta enfermedad pueden presentar aislamiento social, soledad, y deterioro cognitivo. Esta serie de factores van a dificultar la adherencia. El farmacéutico, ante esta situación, debe buscar la colaboración de los cuidadores y/o familiares.
Por el contrario, en pacientes jóvenes se debe tener especial cuidado en el uso de sustancias nocivas y en posibles trastornos de la personalidad.
El farmacéutico buscará que el paciente comprenda su enfermedad, el tratamiento prescrito por su médico y la importancia que tiene el conseguir una buena adherencia al mismo. En muchas ocasiones, ocurre que la información de cómo y cuándo tomar la medicación no es bien interiorizada por el paciente debido a su escasa preparación cultural a nivel sanitario. Se debe adaptar el lenguaje para conseguir una comprensión total.
Conseguir una buena adherencia también vendrá determinada por una experiencia beneficiosa al inicio del tratamiento. La gestión de las expectativas creadas por parte del paciente es fundamental y es ahí donde el farmacéutico debe comenzar su actuación. Existen una serie de consideraciones al inicio del tratamiento que debe conocer el paciente:
Depresión es un trastorno del estado de ánimo que se caracteriza por una tristeza profunda y pérdida de interés general de manera mantenida.
La ansiedad según la OMS es un estado emocional displacentero cuyas causas resultan menos claras. A menudo se acompaña de alteraciones fisiológicas y de comportamientos similares a los causados por el miedo
En el caso de que el farmacéutico perciba o sea el propio paciente quien refiera sentir varios de estos síntomas de manera habitual y con tal intensidad que llegaran incluso a interferir en su vida diaria se le aconsejará:
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