En el estudio han comprobado que un pequeño aumento de los niveles de contaminación por partículas finas (PM2,5 o partículas de 2,5 micrómetros o menos) promediado durante una década en direcciones específicas del área de Seattle se asoció con un mayor riesgo de demencia para las personas que vivían en esas direcciones.
“Descubrimos que un aumento de 1 microgramo por metro cúbico de exposición correspondía a un 16% más de riesgo de demencia por todas las causas. Hubo una asociación similar para la demencia de tipo Alzheimer”, resalta la autora principal Rachel Shaffer, que realizó la investigación como estudiante de doctorado en el Departamento de Ciencias de la Salud Ambiental y Ocupacional de la UW.
El estudio, publicado en la revista ‘Environmental Health Perspectives’, analizó a más de 4.000 residentes del área de Seattle inscritos en el estudio Adult Changes in Thought (ACT), dirigido por el Instituto de Investigación Kaiser Permanente de Washington en colaboración con la UW. De esos residentes, los investigadores identificaron a más de 1.000 personas a las que se les había diagnosticado demencia en algún momento desde el inicio del estudio ACT en 1994.
Una vez que se identificó a un paciente con demencia, los investigadores compararon la exposición media a la contaminación de cada participante hasta la edad en que se le diagnosticó la demencia. Por ejemplo, si a una persona se le diagnosticó demencia a los 72 años, los investigadores compararon la exposición a la contaminación de los demás participantes durante la década anterior al momento en que cada uno alcanzó los 72 años.
En su análisis final, los investigadores descubrieron que sólo una diferencia de 1 microgramo por metro cúbico entre residencias se asociaba a una incidencia de demencia un 16% mayor. Para poner esa diferencia en perspectiva, señala Shaffer, en 2019 había aproximadamente 1 microgramo por metro cúbico de diferencia en la contaminación por PM2,5 entre Pike Street Market en el centro de Seattle y las áreas residenciales alrededor de Discovery Park.
Aunque hay muchos factores, como la dieta, el ejercicio y la genética, asociados con el aumento del riesgo de desarrollar demencia, ahora se reconoce que la contaminación atmosférica es uno de los principales factores de riesgo potencialmente modificables.
Estos nuevos resultados se suman a este conjunto de pruebas que sugieren que la contaminación atmosférica tiene efectos neurodegenerativos y que reducir la exposición de las personas a la contaminación atmosférica podría ayudar a reducir la carga de la demencia.
“En toda una población, un gran número de personas están expuestas. Por lo tanto, incluso un pequeño cambio en el riesgo relativo acaba siendo importante a escala de la población –añade Shaffer–. Hay algunas cosas que los individuos pueden hacer, como el uso de mascarillas, que ahora se está normalizando gracias al COVID. Pero no es justo que la carga recaiga únicamente en los ciudadanos. Estos datos pueden servir de apoyo a nuevas medidas políticas a nivel local y nacional para controlar las fuentes de contaminación por partículas del aire”.
La Agencia Estadounidense de Medicamentos (FDA, por sus siglas en inglés) ha aprobado definitivamente 'Leqembi'…
Loterías y Apuestas del Estado conmemorará el 125 aniversario del Colegio Oficial de Farmacéuticos de…
Las enfermedades cardiovasculares constituyen la primera causa de muerte en los países occidentales. Son la…
Un estudio piloto realizado en un centro médico académico destaca los beneficios de la revisión…
Más de 1’5 millones de personas en España se encuentran en una situación vulnerable y…
El control de los factores de riesgo cardiovascular con pautas de modificación del estilo de…