El síndrome del ojo seco aparece cuando los ojos no producen suficientes lágrimas para mantenerse húmedos o cuando las lágrimas no cumplen correctamente su función. “Afecta a entre un 10 % y un 40 % de la población, según los distintos estudios epidemiológicos en función de los factores que midamos”, explica el doctor Jesús Merayo-Lloves, director del Instituto Universitario Fernández-Vega. Es una patología muy prevalente con picos de poblaciones de riesgo, especialmente mujeres de más de 45 años, personas en la tercera edad y niños. “Es un motivo frecuente de consulta oftalmológica. “Se trata de alteraciones de visión que si no se tratan y progresan pueden provocar alteraciones en la visión graves”, añade.
Según explica el experto, “desde el momento del diagnóstico es importante una adecuada comunicación con el paciente”. “Debemos obtener información suficiente sobre los síntomas y, para ello, hay encuestas establecidas sobre ojo seco con escalas que ayudan a establecer valoraciones sobre su alcance. Se les pregunta sobre determinadas actividades, cómo son las molestias, si se dan más en determinados momentos del día y hacer una evaluación del uso de pantallas”, afirma el doctor Merayo-Lloves. Toda esta información se complementa, a nivel de exploraciones oftalmológicas, viendo el estado de la lágrima, la conjuntiva y la córnea. Se utilizan tinciones de la superficie ocular o medidas de la humedad o lubricación del ojo y se mide la cantidad de lágrima para lograr establecer el diagnóstico adecuado.
Una vez establecido el diagnóstico, “es muy importante que la información que se traslada al paciente incida en las recomendaciones de estilo de vida, aseguren una buena higiene en lo que respecta a la salud visual y hagan hincapié en el uso de lágrimas artificiales como una solución accesible y eficaz”. El doctor Merayo-Lloves, añade que, siguiendo esas recomendaciones de higiene y estilo de vida, es una patología que se puede prevenir. “Y, además, contamos con opciones para poder tratarla adecuadamente”, añade. Así, subraya que “es un proceso que, siguiendo una serie de medidas preventivas, podemos abordar muy bien y tenerlo controlado, pero también debemos estar atentos, pues puede tener relación con una serie de enfermedades más graves que no debemos descartar, como es el caso de algunos procesos autoinmunes que tienen repercusión en el ojo o el efecto de algunos tratamientos para patologías crónicas que pueden provocar inflamación y ojo seco”, destaca el experto.
Por su parte, el doctor Gregorio Hernández, especialista del Servicio de Oftalmología del Hospital Universitario de Valme, en Sevilla, hace hincapié en que “la comunicación frecuente y fluida con el paciente es esencial en todas las partes del proceso, al tratarse de un problema multifactorial”. En este sentido, destaca “la importancia de conocer la historia clínica del paciente y comentar con él otras medicaciones que se puedan estar utilizando, como antidepresivos o antihistamínicos en procesos alérgicos que pueden afectar al ojo seco”.
Esta comunicación es necesaria también con el médico de Atención Primaria que, en muchas ocasiones, es la primera consulta que realiza el paciente. “El médico de familia está muy familiarizado con sus síntomas y con el establecimiento de un tratamiento basado en el uso de lágrimas artificiales y es muy necesario su rol para ofrecer los consejos necesarios para favorecer la adecuada higiene del párpado”, apunta el doctor Hernández. Asimismo, “en casos de manifestaciones más exacerbadas o aquellos en que no mejoran los síntomas, los médicos de Primaria suelen derivar al especialista para realizar las pruebas pertinentes”.
Para el doctor Hernández, “abordar el ojo seco no es solo recomendar unas gotas”. “Es importante cumplir adecuadamente con las recomendaciones del especialista, ser constantes en su cuidado. Debe ser abordado y tratado desde la continuidad más absoluta, para ello es esencial la buena comunicación con el paciente”, subraya.
Todas estas consideraciones ayudan a favorecer las medidas higiénicas necesarias, como hacer ejercicios de parpadeo, respetar los descansos adecuados cada 45 o 50 minutos enfocando la vista en un punto lejano o evitar ambientes cargados de humo. “Hay que tener en cuenta que hablamos de un problema tan prevalente que hay que estar pendiente de él y atender correctamente a su sintomatología para evitarnos problemas futuros”, destaca el especialista.
Sobre esos consejos habituales, por su parte, el doctor Merayo-Lloves hace énfasis en que, “si realizamos actividades al aire libre y no vamos protegidos con gorro y gafas de sol, el riesgo de estos pacientes, que tienen una reserva funcional de lágrima muy limitada, es mayor”. Asimismo, hay grupos más vulnerables de pacientes en los que el ojo seco contribuye que determinadas partículas puedan llegar con más facilidad al globo ocular, como ocurre, por ejemplo, con los alérgenos en personas con alergias o rinitis alérgica.
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