Los factores de riesgo cardiovascular que peor se suelen controlar son la obesidad, el tabaquismo, el colesterol alto, la diabetes y la hipertensión. Prácticamente, todos tienen un mal control, tal y como se pone de manifiesto diversos estudios, entre ellos el IBERICAN, en donde el factor de riesgo cardiovascular peor controlado es la dislipemia con un grado de control del 36%, seguido de la diabetes con un 52% y la HTA con un 60%. En cuanto a los factores de riesgo cardiovascular emergentes, su grado de mal control está relacionado con su prevalencia, así la del exceso de peso sería del 60%, el sedentarismo del 60% y el tabaquismo un 30%.
En general, el mal control de los factores de riesgo se debe en gran medida a que el paciente tiene que tomar decisiones al respecto, y en muchas ocasiones no lo hace, debido a la falta de conciencia de la enfermedad y del daño tan importante que pueden causar estas patologías. La falta de concienciación y motivación lleva a descuidar los factores que causan estas enfermedades como son la alimentación, la práctica de ejercicio físico y el descuido de los hábitos saludables. Y además se suma, en no pocas ocasiones, una baja adherencia al tratamiento terapéutico instaurado.
En este sentido, hay que tener en cuenta que en muchas ocasiones los pacientes no tienen información suficiente sobre el control de sus factores de riesgo. No obstante, los aparatos de automedición de presión arterial, glucemia capilar… comienzan a estar al alcance de la población general y ayudarán a mejorar dicho control.
Además, los estudios publicados en nuestro país estiman que la tasa de cumplimentación es del 50-60% para el seguimiento del tratamiento farmacológico y llegan solo al 10-30% para las medidas higiénico-dietéticas. Hay que tener en cuenta que un 43% de los no cumplidores afirma seguir bien el tratamiento. Teniendo en cuenta que los estudios de cumplimentación se realizan con personas en contacto con el sistema sanitario, o por médicos preocupados, estas tasas serían significativamente menores si se realizaran en población general.
Hay evidencia firme sobre la efectividad de las terapias farmacológicas y no farmacológicas en la prevención y retraso de las complicaciones de los principales factores de riesgo cardiovascular. Sin embargo, se observa que con frecuencia los médicos no inician o intensifican las terapias en pacientes que no consiguen el control de estos. Esta actitud se conoce como inercia terapéutica (IT) y se define como el fracaso de los médicos en iniciar o intensificar una terapia que está indicada. La IT es muy común en el tratamiento de enfermedades crónicas tales como diabetes, hipercolesterolemia e HTA, especialmente en sus fases asintomáticas.
En cuanto a la adherencia, sí hay diferencias según la edad, puesto que es peor en pacientes jóvenes que en pacientes mayores. En cuanto al sexo, en el estudio IBERICAN se pone de manifiesto que las mujeres son menos adherentes al tratamiento de la dislipemia que los varones, siendo aproximadamente igual de adherentes respecto a los antihipertensivos, y, los antidiabéticos.
Para mejorar esta situación, la prevención primaria sería de utilidad si se aplican medidas encaminadas a controlar los factores de riesgo cardiovascular, una vez ya presentes, para disminuir la incidencia de la enfermedad. El cálculo del riesgo de padecer una enfermedad cardiovascular se puede hacer a través de las diferentes tablas.
En prevención secundaria y cuando la enfermedad cardiovascular ya se ha manifestado, se insiste en las medidas encaminadas a reducir el riesgo de recurrencias y de mortalidad.
Las medidas de prevención cardiovascular deben comenzar por los cambios en el estilo de vida del paciente. Estos cambios son imprescindibles para poder conseguir el control del riesgo cardiovascular y se deben mantener junto con la terapia farmacológica. Resulta imprescindible que todos los pacientes que sufran un primer evento cardiovascular reciban educación sanitaria y consejos de prevención secundaria; interactuando el personal de enfermería, los médicos y otros profesionales como los dietistas y farmacéuticos comunitarios. Cuando ya hay evidencia de enfermedad cardiovascular, se deben reforzar las medidas preventivas, insistiendo siempre en la necesidad de mantener unos hábitos de vida saludables en cada una de las etapas evolutivas de la enfermedad.
Tanto el médico como el farmacéutico deben recordar la importancia de mantener una buena salud cardiovascular y debemos prestar especial atención a los principales factores de riesgo cardiovascular.
Para la elaboración de este artículo se ha contado con la colaboración de los doctores especialistas en Medicina General Carlos Alberto Nazara Otero, Alberto Pérez Freijomil, Manuel Bayón Meleiro y Andrés Juan Santiago Souto, de Marín; los médicos de Familia Cayetano Víctor Galán Millán, Juan Alberto Martínez Montero, María Victoria Castro Ocampo y Manuel Antonio Ramos Rodríguez, del Centro de Salud Ares, en La Coruña, y Pilar Prieto Castro, del Centro de Salud Xermade; Ana María García Cedrón, del Centro de Salud Castroverde; J. Javier de Santiago Penedo, del Centro de Salud Xove y Concepción Rodríguez Rodríguez, del Centro de Salud A Milagrosa, todos en Lugo.
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