Es necesario mejorar el control de la hipertensión

La mayoría de los casos de hipertensión arterial transcurren sin que haya ningún síntoma y si los hay son inespecíficos, como las cefaleas, que ayudan a detectarla porque ponen en alerta al paciente que decide ir al médico o acudir a la farmacia a que le tomen la presión arterial. En el caso de los hipertensos que han estado sin diagnóstico durante mucho tiempo pueden sufrir una complicación, como una angina de pecho.

Utilizando los límites de 160/95 mmHg, las prevalencias registradas oscilan desde un 10 hasta un 20 por ciento de la población adulta, si los límites utilizados son los de 140/90 mmHg, la prevalencia puede aumentar hasta el 30 por ciento. Sólo el 44,5 por ciento de los hipertensos conocen que lo son, el 72 por ciento de éstos están tratados con fármacos y únicamente el 15,5 por ciento de los tratados están controlados.

Porque hay que tener en cuenta que la hipertensión leve, sin afectación de órganos diana, suele ser totalmente asintomática y su diagnóstico es casual. Dentro de la sintomatología atribuible a HTA, el síntoma más constante es la cefalea, pero lo es más en los que conocen el diagnóstico, que en los que tienen igual nivel de presión arterial pero desconocen que son hipertensos. La cefalea suele ser fronto-occipital y, en ocasiones, despierta en las primeras horas de la mañana al paciente. En la HTA grave, la cefalea occipital es más constante y es uno de los primeros síntomas que alerta al paciente. Otros síntomas atribuidos a HTA, como  zumbidos de oídos, epístaxis o mareos, no son más frecuentes que en los sujetos normotensos.

Por su parte, los síntomas de la presión arterial grave son visión borrosa, tos, dolor torácico, fatiga, inquietud, ansiedad, nauseas o vómitos, entumecimiento en brazos, piernas, cara o en otras zonas, convulsiones y dificultad para respirar.

Causas de la HTA

Entre el 5 y 10 por ciento de los casos existe una causa directamente responsable de la elevación de las cifras tensionales. Las personas normotensas mayores de 65 años tienen un riesgo de cerca del 90 por ciento de tener hipertensión arterial. Su tratamiento está asociado a una reducción de la incidencia de derrame cerebral de un 35-40 por ciento, de infarto agudo de miocardio entre 20-25 por ciento y de insuficiencia cardiaca en más de un 50 por ciento. El primer abordaje consiste en cambios en el estilo de vida, alimentación cardiosaludable, tomar mucha agua, no fumar, hacer ejercicio con regularidad y reducir la cantidad de sodio, entre otros aspectos. En la hipertensión arterial estadio 1 (140-159/90-99), se opta por diuréticos, tipo tiazida. Los IECA, ARA-II, beta bloqueantes, bloqueante de los canales de calcio o una combinación de éstos puede considerarse en la hipertensión arterial estadio 2, con una presión arterial mayor de 160/100, donde se combinan dos fármacos, un diurético tiazida con un IECA, ARA-II, beta bloqueante. Dependiendo de la población examinada y el nivel de cribado, la prevalencia de la HTA grave se sitúa en un 5-30 por ciento de la población total de hipertensos, y se estima que probablemente la prevalencia real sean cifras < 10 por ciento. La HTA grave se asocia a un alto riesgo CV y renal.

En este contexto, hay que tener en cuenta que una causa frecuente de la HTA falsa es la falta de adherencia al régimen de tratamiento que se ha prescrito, un fenómeno muy común y origen de las bajas tasas de control de la PA en la población hipertensa en todo el mundo.

La HTA resistente real puede originarse por el estilo de vida, como la obesidad o los aumentos marcados de peso, el consumo excesivo de alcohol y la ingesta abundante de sodio, que puede contrarrestar el efecto de los fármacos antihipertensivos por vasoconstricción sistémica, la retención de sodio y agua y, en la obesidad, el efecto estimulador del sistema simpático de la resistencia a la insulina y las concentraciones de insulina elevadas. También hay que considerar la ingesta crónica de sustancias vasopresoras o que favorecen la retención de sodio, la apnea obstructiva del sueño, habitualmente asociada a obesidad, las formas secundarias de HTA no detectadas y el daño orgánico avanzado e irreversible.

Siempre se debe tener en consideración una causa secundaria para la HTA, el aldosteronismo primario y la estenosis arterial renal de naturaleza aterosclerótica que es bastante común entre los ancianos. Con respecto a la presión arterial ambulatoria, debe registrarse regularmente, no solo para descartar una posible resistencia falsa, sino también para cuantificar de manera más efectiva la elevación de la presión arterial y el efecto consecuente a las modificaciones del tratamiento.

Aunque en la HTA grave un aumento adicional de la dosis de diuréticos puede lograr la reducción de la presión arterial, la mayoría de los pacientes con esta enfermedad requieren el empleo de más de tres fármacos. El análisis de subgrupos de grandes ensayos clínicos y estudios observacionales han proporcionado evidencia de que todas las clases de fármacos con mecanismo de acción parcial o totalmente diferentes de los tres regimenes de tratamiento existentes pueden reducir la presión arterial en algunos pacientes con HTA grave. Se ha publicado una buena respuesta al tratamiento con antagonistas del receptor mineral corticoideo como espironolactona (incluso a dosis bajas de 25-50 mg/día) o eplerenona, doxazosina (un bloqueador alfa-1) y un aumento adicional de la dosis de diuréticos, diuréticos de asa análogos a las tiazidas o clortalidona, en caso de afectarse la función renal.

Objetivo terapéutico

Porque, el objetivo principal del tratamiento de los pacientes con una presión arterial elevada es obtener la máxima reducción posible del riesgo total de morbilidad y mortalidad cardiovascular, lo que requiere un tratamiento y control de todos los factores de riesgo reversibles identificados, como son el tabaquismo, el colesterol elevado o la diabetes, así como el tratamiento apropiado de los trastornos clínicos asociados. Es deseable intentar conseguir unos valores de presión arterial óptimos o normales en los pacientes jóvenes, de mediana edad o diabéticos (inferior a 130/85 mmHg) y, como mínimo, una presión arterial normal alta en los pacientes ancianos (inferior a 140/90 mmHg). Tras haber efectuado una evaluación del paciente y haber determinado el perfil de riesgo general y, sabiendo si es un riesgo bajo, medio, alto o muy alto, se instaura de inmediato un tratamiento farmacológico para la hipertensión y los demás factores de riesgo, además de los consejos saludables, como los cambios en el estilo de vida.

Así, el farmacéutico puede colaborar en que el paciente tenga mayor conocimiento sobre su problema. Para mejorar la calidad de vida del paciente y minimizar los riesgos, es imprescindible la actuación de médicos y farmacéuticos. De hecho, la formación es fundamental en este tipo de pacientes, así como la concienciación. Educar al paciente en el control de su enfermedad es papel de médicos y farmacéuticos.

Por su cercanía, el farmacéutico resulta más accesible para el paciente, por lo que este le traslada sus dudas con facilidad, por lo siempre sería conveniente que el farmacéutico recibiera una formación más especializada para poder prestar una mejor asistencia sanitaria a los pacientes.

En este contexto, las organizaciones colegiales están llevando iniciativas profesionales que redunden en la detección precoz, el seguimiento farmacoterapéutico y la adherencia al tratamiento. El farmacéutico interviene incidiendo en las medidas higiénico-dietéticas necesarias, como son las recomendaciones para abandonar  hábito de fumar y hacer dietas pobres en grasas, y además es el que deriva al paciente al médico, al ser el que  primero detecta que la medicación que recibe el paciente no está siendo efectiva.

Para la elaboración de este artículo se ha contado con la colaboración de los doctores especialistas en Medicina General José Luis Cuervo Prendes y Bernardino Fernández Alonso, del Centro de Salud La Calzada I, en Gijón, y los médicos de familia Mauro Mourín González, del Centro de Salud Friol; Amparo Trigo Ferreiro, del Centro de Salud Fingoy; Ana Mª García Cedrón, del Centro de Salud Castroverde; José Antonio Soengas Vázquez, del Centro de Salud Pantón; Emilia García Basteiro, del Centro de Salud Quiroga, y Ángeles Sanmartín Varela del Centro de Salud A Barrela, todos en Lugo.

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