Con el objetivo de producir alternativas respetuosas con el medio ambiente a los envoltorios y envases de plástico para alimentos, un científico de la Universidad de Rutgers (Estados Unidos) ha desarrollado un recubrimiento biodegradable a base de plantas que puede rociarse sobre los alimentos, protegiéndolos de los microorganismos patógenos y de los daños causados por el transporte.

Este proceso escalable, desarrollado en colaboración con la Universidad de Harvard, podría reducir el impacto medioambiental adverso de los envases de plástico para alimentos y proteger la salud humana, asegura en la revista ‘Nature Food’.

“Sabíamos que teníamos que deshacernos de los envases alimentarios a base de petróleo que existen y sustituirlos por algo más sostenible, biodegradable y no tóxico y nos preguntamos al mismo tiempo: ¿Podemos diseñar envases alimentarios con una funcionalidad que prolongue la vida útil y reduzca el desperdicio de alimentos al tiempo que mejora la seguridad alimentaria?”, explica Philip Demokritou, director del Centro de Investigación de Nanociencia y Materiales Avanzados y de la Cátedra Henry Rutgers de Nanociencia y Bioingeniería Ambiental de la Escuela de Salud Pública y el Instituto de Ciencias de la Salud Ambiental y Ocupacional de Rutgers.

Fibras inteligentes que pueden envolver los alimentos directamente

“Y lo que hemos conseguido es una tecnología escalable, que nos permite convertir los biopolímeros, que pueden derivarse como parte de una economía circular de los residuos alimentarios, en fibras inteligentes que pueden envolver los alimentos directamente –añade–. Esto forma parte de una nueva generación de envases alimentarios ‘inteligentes’ y ‘verdes'”.

Su artículo describe el nuevo tipo de tecnología de envasado que utiliza las fibras basadas en polisacáridos y biopolímeros. Al igual que las telas de araña de los cómics de Marvel, el material fibroso puede hilarse con un dispositivo de calentamiento parecido a un secador de pelo y “envolverse” sobre alimentos de diversas formas y tamaños, como un aguacate o un solomillo.

El material resultante que envuelve los productos alimenticios es lo suficientemente resistente como para protegerlos de las magulladuras y contiene agentes antimicrobianos para combatir el deterioro y los microorganismos patógenos como ‘E. coli’ y listeria.

Reducir la contaminación ambiental

El nuevo envase está destinado a resolver un grave problema medioambiental causado por la proliferación de productos plásticos derivados del petróleo en el flujo de residuos. Los esfuerzos por frenar el uso del plástico, como la legislación para eliminar la distribución de bolsas de plástico en las tiendas de comestibles, pueden ayudar, admite Demokritou, pero él quería hacer más.

“No estoy en contra del plástico –puntualiza–, estoy en contra de los plásticos derivados del petróleo que seguimos tirando porque sólo una pequeña parte puede reciclarse. En los últimos 50 ó 60 años, durante la Era del Plástico, hemos arrojado 6.000 millones de toneladas métricas de residuos plásticos a nuestro entorno. Están ahí fuera degradándose lentamente. Y estos pequeños fragmentos están llegando al agua que bebemos, a los alimentos que comemos y al aire que respiramos”.

Las crecientes pruebas del equipo de investigación de Demokritou y de otros apuntan a posibles implicaciones para la salud. El documento describe cómo las nuevas fibras que encapsulan los alimentos llevan ingredientes antimicrobianos naturales: aceite de tomillo, ácido cítrico y nisina.

Los investigadores del equipo de Demokritou pueden programar estos materiales inteligentes para que actúen como sensores, activando y destruyendo las cepas bacterianas para garantizar que los alimentos lleguen impolutos. De este modo se abordará la creciente preocupación por las enfermedades transmitidas por los alimentos y se reducirá la incidencia del deterioro de los mismos, adelanta Demokritou.