La obesidad y el sobrepeso constituyen la principal causa modificable de diabetes tipo 2. En el momento del diagnóstico de la diabetes tipo 2 se debe establecer el grado de obesidad según el índice de masa corporal (IMC) y en los pacientes con sobrepeso determinar el perímetro de la cintura.
El adecuado tratamiento de la DM2 requiere un abordaje simultáneo del sobrepeso/obesidad y el resto de factores de riesgo cardiovascular, como la hipertensión, la dislipemia o el tabaquismo.
Para ello, hay que reorganizar los hábitos alimentarios y el patrón de alimentación, dentro de los estilos de vida saludables. Es fundamental insistir en la necesidad de una alimentación variada, saludable y equilibrada en el contexto de la dieta mediterránea. Incluye siempre un mayor consumo de verduras y frutas, seguido, aunque con menor grado de evidencia, de cereales integrales, lácteos bajos en grasa, pescado, legumbres y frutos secos. La disminución de la ingesta de carnes, incluyendo carnes procesadas, y de alimentos con azúcar, en especial las bebidas, también ha sido identificada como características de los patrones de alimentación saludables.
La actividad física también es importante para mantener la diabetes bajo control. La prescripción que realiza el médico, es la meta a la que debe llegar el paciente pero que se debe alcanzar de forma gradual y progresiva a un ritmo racional. Cada sesión de ejercicios no debe durar más de 30 minutos varias veces por semana. Es recomendable que sea monitorizado por un profesional de la salud. Debería realizarse un test inicial para saber el estado de forma del paciente. También, es importante elegir actividades que le gusten al paciente y que se adapten a sus habilidades y variadas que el paciente puede elegir a su gusto. Lo importante es que se ponga en movimiento. No debe caer en el aburrimiento y la monotonía porque acabara dejándolo.
En este contexto, hay que recordar que los pacientes con diabetes tipo 2 pueden pasar tiempo sin saber nada de su enfermedad, la sufren, sin reconocer sus síntomas durante años. Los principales factores de riesgo para desarrollar esta enfermedad son la obesidad y la inactividad física.
Se han hecho muchos estudios para conocer la autopercepción de la enfermedad en pacientes diagnosticados de diabetes y las conclusiones han sido que un alto porcentaje de pacientes no son conscientes de su patología y, sobre todo, de sus complicaciones a nivel micro y macrovascular. Este desconocimiento aumenta con la edad y disminuye con los años de diagnóstico.
Las personas de menor edad son más conscientes de su enfermedad que las personas mayores. Las personas con más años de evolución de la enfermedad también son más conscientes que las de nuevo diagnóstico y a mayor nivel sociocultural, mayor conocimiento.
La comorbilidad en los pacientes que asumen esta enfermedad disminuye en relación a los que no la asumen. Para conseguir un buen control de la enfermedad y prevenir las complicaciones, es fundamental mantener estilos de vida saludables, junto con el adecuado cumplimiento del tratamiento instaurado en cada uno de los pacientes. Por eso, hay que trasmitir al paciente la importancia que tiene la enfermedad. Sin alarmismos, pero siendo conscientes de que hay que motivar al diabético para que llegue a creer y comprender que sin un buen control se pueden originar trastornos y complicaciones graves de la enfermedad
Hasta hace unos años los tratamientos para la diabetes aumentaban la grasa, por lo que de alguna manera se contribuía a mantener la enfermedad. Ahora ha cambiado, el primer paso para el tratamiento farmacológico sigue siendo la metformina, que ayuda a controlar la glucemia y reduce la cantidad de glucosa que produce el hígado, por lo que mejora la situación hepática y no produce hipoglucemia. En los últimos años se han producido avances en el tratamiento de la DM2. Así, los inhibidores de la enzima DPP4, que no tienen en efecto inmunorresistente no causan hipoglucemias y potencian que no se acumule la grasa, y los análogos de GLP-1 favorecen el control metabólico, mejoran la acción de la insulina y garantizan que no se produzcan hipoglucemias. Tienen un efecto saciante, lo que permite controlar la ingesta de la comida. Al mismo tiempo que reduce la glucosa favorece la pérdida de peso y ayuda a mejorar la situación general del diabético, y los glucosúricos son los últimos en llegar. La diferencia frente a otros tratamientos es que este grupo de fármacos actúan específicamente sobre el riñón, por lo que cuando aumenta la glucosa en la sangre el fármaco no realiza ninguna acción. Lo ideal es combinar todos.
La diabetes tipo 2 es una patología de creciente incidencia, que está apareciendo incluso en los sectores de la población de menor edad. Como patología crónica, el seguimiento y control ralentiza su progresión. El síndrome metabólico se relaciona con un incremento tanto del riesgo cardiovascular, como de padecer diabetes tipo 2. Como profesional sanitario próximo al paciente, el farmacéutico puede colaborar desde el marco de la farmacia asistencial al mejorar control de estos pacientes, ya sea informándoles sobre su situación como de las medidas que pueden ayudarles a mejorarla, haciendo seguimiento de su farmacoterapia y facilitando la información adecuada.
Porque el farmacéutico goza de una situación de privilegio a la hora de abordar la prevención del sobrepeso, obesidad, diabetes y otros factores de riesgo cardiovascular por su accesibilidad y cercanía al paciente. Fomentando hábitos de vida saludable y orientando al paciente y resolviendo dudas.
Su papel es importante para favorecer un abordaje multidisciplinar y lo más integral posible del paciente diabético, dada su proximidad y accesibilidad a estos pacientes, su participación de una forma activa a la hora de realizar una detección precoz de personas con elevado riesgo de padecer diabetes, con la finalidad de iniciar el tratamiento médico con la mayor prontitud posible para impedir o retrasar la aparición de futuras complicaciones en estos pacientes.
Además, es esencial en la información y seguimiento de los tratamientos farmacológicos de estos pacientes (posología, forma de uso, duración del tratamiento, detección de reacciones adversas que puedan producirse, interacciones medicamentosas…) en actuación coordinada con los profesionales sanitarios de los centros de salud de su área de influencia.
Para la elaboración de este artículo se ha contado con la colaboración de los doctores Sonia Peral Moya, Juan Carlos García Álvarez y Ana Isabel Corcuera Martínez, del Centro de Salud Mendiguchia Carriche, Leganés; los especialistas en Medicina de Familia Margarita Tutor Ovejero, Mª Eugenia Aguilar Bailo, J. Antonio Diez Rodríguez y Mª Gema Montemayor Galán, del Centro de Salud Miraflores, en Alcobendas; Mercedes Irazazabal Velasco, Carmen Caballero Sánchez-Serrano, Mirian Torres Castillo, Inmaculada Parrilla Salas, Andrés Tomás Andrés Marcos, del Centro de Salud Rafael Alberti, y Mónica Sánchez-Montero Martínez-Piqueras, Margarita Signoret Sacristán, Inmaculada González García, Agustina Cano Espín, Estela Garrido Álvarez y Mª Jesús Muñoz Sanz, de Madrid.
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