Para el manejo de las dislipemias hay varias opciones terapéuticas disponibles, entre las que se encuentran las estatinas, los fibratos, ezetimiba, los inhibidores secuestradores de los ácidos biliares (resinas), los inhibidores de la PCSK9 y los hipolipemiantes naturales.
Dependiendo del objetivo a alcanzar se emplea cada una de estas opciones. Así, para el LDL se utilizan estatinas y combinaciones, y para los TGL, los fibratos. Por su parte, los inhibidores PCSK9 son de uso hospitalario.
Las combinaciones ofrecen mejores resultados con menores efectos secundarios, y además la adherencia terapéutica del paciente es mejor.
A la hora de implantar el tratamiento, hay que adaptarse a las características del paciente, como la morbilidad, factores de riesgo e interacciones farmacológicas. Siempre hay que garantizar la seguridad del paciente y tener en cuenta sus preferencias personales.
En el seguimiento del paciente con dislipemia, cuando el tratamiento es conservador, solo con dieta, se debe evaluar cada 3-6 meses.
Si la reevaluación es positiva, se continúa hasta conseguir los objetivos, siempre que se esté progresando, al menos durante un año.
Cuando los objetivos no se consiguen, hay que intervenir farmacológicamente. En este caso, también se llevará a cabo una reevaluación cada 3-6 meses hasta conseguir el perfil lipídico deseado. Si el tratamiento aplicado no es efectivo se cambiará la dosis y/o el fármaco, y se continúa evaluando la misma pauta, hasta conseguir una normalización del perfil lipídico.
En pacientes tratados con estatinas o fibratos hay que realizar trimestralmente durante el primer año determinaciones de transaminasas y CK (creatinkinasa). Si las elevaciones de estas actividades enzimáticas son mantenidas, superan cinco veces los valores normales o se acompañan de síntomas clínicos, se interrumpe el tratamiento. Si durante el primer año el control ha sido normal, se puede espaciar el control semestral o anualmente. Una vez conseguidos los objetivos, se mantendrá de la forma más rigurosa posible, el tratamiento propuesto.
La utilización de estatinas de mayor potencia y el incremento de la dosis es la estrategia terapéutica más utilizada para mejorar el control de la dislipemia en los pacientes con diabetes tipo 2. Estos cambios resultan insuficientes para alcanzar los objetivos lipídicos en la mayoría de los pacientes con diabetes tipo 2.
Por eso, se recurre a las combinaciones de estatina de alta potencia con ezetimiba para así poder alcanzar los objetivos deseados.
El papel del farmacéutico es importante en el seguimiento del paciente con dislipemia. Es necesario un intercambio permanente de información para asegurar que el medicamento se usa de forma correcta, además de ofrecer la información y consejos sobre mejorar estilos de vida. Se debe insistir en impulsar cambios en el estilo de vida que produzcan mejoras que ayuden al tratamiento.
También puede ayudar en el cumplimiento, insistir en la adherencia terapéutica del paciente y una dispensación correcta.
Para la elaboración de este artículo se ha contado con la colaboración de los doctores Santiago Trueba, Belén Lafragüeta y Francisco Javier Pérez, de Zaragoza, y los cardiólogos Berthy Rivero Soruco, Gabriel Rodriguez y Annerys Méndez Rosabal.
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