El arsenal terapéutico hipolipemiante cuenta con un amplio abanico, donde las estatinas ocupan un lugar privilegiado. Inhiben la síntesis intracelular de colesterol y son la pauta de elección para reducir la hipercolesterolemia e hipertrigliceridemia.
Existen varios tipos de diferente intensidad, según la reducción de LDL. Las de alta intensidad reducen el 50% del LDL. En este grupo se encuentra la rosuvastatina 20mg y la atorvastatina 40-80mg. Las de intensidad moderada bajan un 30% el LDL. A este grupo pertenecen la rosuvastatina 5-10mg, atorvastatina 10-20mg, simvastatina 20-40mg, pravastatina 40mg, lovastatina 40mg, fluvastatina 80mg y pitavastatina 2-4mg.
En las de baja intensidad se encuentran la simvastatina 10mg, pravastatina 10-20mg, lovastatina 20mg, fluvastatina 20-40mg y pitavastatina 1mg.
Ezetimiba es el tratamiento de segunda línea junto a estatinas cuando no se alcanza el objetivo con la dosis de estatina máxima tolerada o para pacientes que no las toleren o tengan contraindicaciones.
Fenofibrato, gemfibrozilo y bezafibrato reducen los triglicéridos y el VLDL colesterol, y aumentan el HDL colesterol. Se utilizan para reducir la hipertrigliceridemia asociada o no a incremento de LDL colesterol. El fenofibrato es el más potente en capacidad de reducción de LDL, mientras que el gemfibrozilo el que más reduce los triglicéridos.
Los inhibidores de la proproteína convertasa subtilisina/hexina 9 (PCSK9) se emplean para la hipercolesterolemia primaria o dislipemia mixta. Su inyección es subcutánea mensual o cada dos semanas. Solo es coste efectivo en pacientes con riesgo cardiovascular muy alto si no se consiguen objetivos con los otros tratamientos.
Los hipolipemiantes constituyen un grupo farmacológico heterogéneo, por lo que existen múltiples diferencias en su mecanismo de acción, su biodisponibilidad y eliminación. Por eso, la indicación es individualizada.
Las combinaciones de hipolipemiantes están indicadas en pacientes con alto riesgo cardiovascular. En general, se consiguen mejores resultados con dosis más bajas, por lo que se minimizan efectos secundarios. También son de utilidad en los pacientes con dislipidemia aterogénica en la que la acción de otros hipolipemiantes suponga un beneficio clínico.
La combinación terapéutica de fármacos hipolipemiantes más utilizada es una estatina asociada a ezetimiba.
El beneficio de la reducción de valores del perfil lipídico será notable en la totalidad de los casos cuando esté indicada la combinación, pero se debe establecer de forma individual teniendo en cuenta las características de cada paciente. Por ejemplo, los ancianos, debido a las comorbilidades y la polimedicación, tienen mayor predisposición a desarrollar efectos adversos.
Del mismo modo sucede en pacientes con enfermedad renal crónica avanzada.
Otro grupo a tener en cuenta son los pacientes que reciban tratamientos cuya metabolización pase por el citocromo P450 (CYP3A4), como pueden ser los antibióticos (macrólidos), los antifúngicos, los calcioantagonistas, la amiodarona, los inmunosupresores o los antirretrovirales.
La gestación y la lactancia serán motivo para prescindir de estas terapias, ya que no hay datos de los posibles efectos adversos.
La figura del farmacéutico comunitario resulta importante tanto en el momento del diagnóstico y primera prescripción como en el seguimiento del tratamiento a lo largo del tiempo y durante las sucesivas dispensaciones.
Es clave para asegurarse de que el paciente comprende bien para qué sirve su tratamiento y cómo debe utilizarlo.
Desde las farmacias se puede aportar también información de refuerzo al paciente sobre cambios en los estilos de vida, recordar los horarios y condiciones especiales de administración de ciertos tratamientos, así como informar sobre posibles efectos adversos.
También es importante a la hora de comprobar la adherencia a los tratamientos, al confirmar si la dispensación se está haciendo bien.
Cuanta más información tenga el paciente, mejor será la adherencia al tratamiento. Además, mejor será el control de sus factores de riesgo.
Para la elaboración de este artículo se ha contado con la colaboración de los doctores María Barreiro Aragunde, Tomás García-Caballero Pérez, Elena Fernández López, Luz Abalde Castro y Juan Antonio Gómez Villalobos, de Vigo, y Roberto Aldrich García, José Luis Pérez Moneo, Amparo Cañizo Álvarez y Fernando Sánchez García, del Centro de Salud Alba de Tormes.
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