El seguimiento de los pacientes con dislipemia se realizará conjuntamente por parte de medicina de familia y de Enfermería. Se valorará el riesgo cardiovascular, se fijarán objetivos terapéuticos, se realizará educación sanitaria para reforzar cambios estilo de vida (en especial el abandono del tabaco, la dieta mediterránea, ejercicio físico, control del peso y de la presión arterial) y se iniciará o ajustará el tratamiento farmacológico.
Antes de su prescripción, se aconseja realizar una determinación de transaminasas y un perfil lipídico completo que incluya la determinación del CT, el c-LDL, el c-HDL y los TG para valorar el riesgo cardiovascular.
Una vez diagnosticada la dislipemia, es necesario realizar un control a los 3 meses para valorar cumplimiento, tolerancia y eficacia del fármaco.
Estos controles se repetirán cada 3 meses hasta que los valores de cLDL y CT sean normales.
En función de la respuesta del paciente al tratamiento se pueden espaciar estos controles a cada seis meses o un año.
Los controles son una función primordial en Atención Primaria. La realización de controles en pacientes con factores de riesgo cardiovascular para seguir de forma eficiente la respuesta del paciente al tratamiento es clave. También es importante llevar a cabo controles en pacientes sanos, a modo de cribado, para detectar posibles patologías.
Los objetivos terapéuticos, es decir, los niveles de lípidos, a alcanzar con el tratamiento varían en función del perfil del paciente y de su riesgo cardiovascular.
También hay que diferenciar entre prevención primaria y secundaria. En pacientes con riesgo cardiovascular alto es necesario bajar el LDL <55 mg/dl o según los niveles basales descender un 50% los niveles de inicio. Además, hay que tener en cuenta los niveles de triglicéridos, intentando que sea <150 mg/dl.
En pacientes que ya hayan sufrido un evento cardiovascular y repitan en el plazo de dos años o menos su cifra de LDL deberá ser inferior a 40 mg/dl.
El farmacéutico es un profesional fundamental en el seguimiento de un paciente con dislipemia. Es conocedor del paciente, de su enfermedad, del medicamento que le dispensa y puede desempeñar una labor fundamental para detectar efectos secundarios y favorecer la adecuada cumplimentación del tratamiento.
Desde la farmacia, se puede ayudar al paciente y al médico de familia para que no haya olvidos, detectar problemas con la medicación, mala cumplimentación y realizar educación sanitaria para reforzar la labor del médico.
Incluso pueden alertar al médico de familia sobre cualquier problema con relación al tratamiento. Una estrecha colaboración entre médico-farmacéutico sería interesante para el control de la dislipemia y, por supuesto, cualquier enfermedad.
Para la elaboración de este artículo se ha contado con la colaboración de los doctores especialistas en Medicina de Familia Brigida Juanmartí Isarn y Antonio Fernández Solá, del CAP de Solsona, y Xavier Masgrau Fontanet, del CAP Bases de Manresa; Joaquín Vicente Ferrandiz Miquel, Jenaro Ortiz Jover, Jose Antonio Fernandez Navarro, Raul Jorge Pelegrino Lopez y Manuel Garcia Sala, del Centro de Salud IBI II, y Reddy Guerra Casañas, María Carmen Alonso Gutiérrez, Antonio Álvarez Vieitez-Blanco, Blanca María Coto Morales, María José Morales Gallardo y Miguel Ángel Sastre Perona, de Madrid.
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