La diabetes es una enfermedad con elevada prevalencia. Todo el mundo conoce a alguna persona que la padece, lo que implica que los afectados expresan libremente sus propias experiencias, unas veces con conocimiento, las más, debido a la educación sanitaria que se imparte desde Atención Primaria, y otras con algún componente de pensamiento sustentado en creencias populares. Cuando a un paciente se le diagnostica la diabetes ya conoce; sin embargo, a la mayoría le asaltan varias dudas y temores.
La primera duda es si con un cambio de sus hábitos de vida (alimentación y ejercicio) puede revertir la enfermedad. Por eso, demandan información acerca de lo que tiene que hacer para “bajar el azúcar”. Un temor que la mayoría expone es si van a precisar de insulina o si su problema puede ser controlado con medicación oral. Si en su familia hay casos de diabéticos con complicaciones importantes, como descenso de agudeza visual, ictus, cardiopatía isquémica, etc expresan su temor a padecerlos. Cuando se les presentan los aparatos para medición de la glucosa capilar muchos de ellos muestran su desconfianza hacia los pinchazos con las lancetas.
Aunque la respuesta individual al conocer el diagnóstico es variable dependiendo de factores personales cómo las creencias, conocimientos y actitudes frente a las enfermedades, en general existe una primera fase de rechazo al diagnóstico. Es en este momento cuando los profesionales deben explicar a los pacientes en qué consiste la diabetes, su tratamiento, controles, etc… para resolver sus miedos y dudas, así como aclarar las creencias erróneas que a priori puedan tener sobre la enfermedad y sus consecuencias.
Tienen miedo a enfrentarse con una enfermedad crónica desconocida, les genera inicialmente una gran ansiedad, hasta que van resolviendo todas sus dudas y temores, relativizando la gravedad de la diabetes y sabiendo la importancia que tiene el estilo de vida, el control de los factores de riesgo y los distintos tratamientos farmacológicos disponibles para reducir las complicaciones derivadas de la hiperglucemia.
Una vez que asumen el diagnóstico y se les proponen los cambios que han de realizar en su estilo de vida, los profesionales tienen que ir solucionando las dudas y errores sobre los alimentos, formas de cocinar, tipo de ejercicio a realizar, individualizando su prescripción, controles analíticos y autocontrol de la diabetes, sobre todo centrándose en cómo se realizan y la frecuencia adecuada según el tipo de tratamiento.
Un miedo importante es el que manifiestan los pacientes a las hipoglucemias, lo que les lleva con frecuencia a no seguir de forma adecuada las pautas de medicación, ya sea antidiabéticos orales o insulina. Tienen miedo a no ser capaces de controlarla, debido esto a la inseguridad personal y, sobre todo, debido al desconocimiento y a la falta de educación en diabetes. Es clave enseñarles a reconocer los episodios de hipoglucemia y corregirlos, y anotarlos para después conocer porqué se han producido y si es preciso variar las pautas de tratamiento.
A la hora de diagnosticar una diabetes, la accesibilidad del paciente para resolver sus dudas es por igual para el médico que la enfermera. La labor es conjunta, aunque enfermería ve a los pacientes con más frecuencia, puesto que se encarga de los controles de cifras de glucemia más a corto plazo, les da información nutricional, consejos de medidas higiénicos, les enseña autocuidados, hábitos saludables, etc.
Muchas veces la labor del médico se basa en los controles más a largo plazo, como glicadas anuales, la revisión de tratamientos de pacientes mal controlados, la valoración de aparición de complicaciones micro/macrovasculares o la derivación a otras especialidades para valorar complicaciones, por ejemplo a oftalmología.
Hay que tener en cuenta que el paciente diabético no utiliza una sola fuente de información para aclarar sus dudas a propósito de su diabetes, siendo el Centro de Salud y las farmacias las más importantes y accesibles para ellos.
Además que con el centro de salud, la relación con la farmacia va a ser estrecha, tanto en la dispensación de su medicación como en la información y consejo sobre otras medicaciones y productos sanitarios que pudieran alterar el buen control de la diabetes o producir interacciones.
Un determinado grupo de diabéticos va a buscar en las páginas de internet y en las redes sociales información sobre la enfermedad, que puede ser más o menos acertada. Es importante que los profesionales sanitarios sepan transmitir que pueden ayudarles a cribar la información que puedan recopilar de dichas fuentes.
Las nuevas tecnologías y la accesibilidad a información a través de internet tienen la ventaja de que pacientes y familiares conozcan la diabetes, los consejos dietéticos, recomendaciones sobre ejercicio físico, posibilidades terapéuticas, complicaciones, etc., pero tiene la desventaja de la gran cantidad de información no contrastada que existe y que puede ser perjudicial para una correcta educación para la salud.
Es obligación de todos los agentes sanitarios implicados en la atención al paciente (instituciones sanitarias, médicos, farmacéuticos, enfermeras, industria, prensa,…) informar al paciente diabético de las distintas webs cuya información resulta fiable, que son las que cuentan con distintivos y acreditaciones que emiten los colegios de médicos y las instituciones sanitarias, y las de sociedades médicas y hospitales. Entre éstas se encuentran: no estás solo, diabeweb.com, familias con diabetes (promoción hábitos de vida saludables e información), medisafe (gestión de medicaciones), diabetes al día (difusión de información) y la federación española de diabéticos.
Para la mayor parte de los pacientes, el cumplimiento más difícil es el de seguir una dieta y la modificación de sus hábitos alimenticios. Los profesionales sanitarios deben saber convencer al diabético de la importancia de una buena dieta y de la actividad física, aunque en este caso depende un poco del perfil del paciente, cuanto más edad, más patologías osteoarticulares tienen, lo que dificulta su movilidad.
Otro aspecto a tener en cuenta es la adherencia terapéutica, puesto que el incumplimiento terapéutico es frecuente. Para hacer frente a esta situación, es necesaria una buena comunicación con los pacientes incumplidores para detectar los motivos o dificultades que generan dicho incumplimiento.
El perfil general de estos pacientes es el de una persona en edad laboral, prejubilado o recientemente jubilado, y amas de casa, con vida sedentaria o con escaso ejercicio físico. La familia y amigos son un pilar importante para el paciente con diabetes tipo 2. Es conveniente mantener conversaciones para entender y comprender su enfermedad, que el paciente no se vea sólo sino escuchado, comprendido por los que le rodean ya que le van a servir de apoyo en el día a día a la hora de mantener sus nuevos estilos de vida, que incluso ellos mismos pueden hacer extensibles a sí mismos por lo saludable que son (hacer más ejercicio físico, comer más sano…).
Le ayudarán a concienciarle de la importancia de hacer una vida normal y saludable. Y en la medida de lo que puedan, deben compartir esos hábitos en la dieta y el ejercicio con los pacientes, ya que les ayudará a cumplimentar mejor también el tratamiento.
El papel del farmacéutico puede ser importante tanto como informador, ejerciendo vigilancia sobre las prescripciones, que supone un dato indirecto, pero eficaz del cumplimiento terapéutico y sobre las posibles interacciones y/o efectos secundarios de los antidiabéticos orales.
Porque el nivel de confianza que se llega a establecer con el farmacéutico puede ser un instrumento para facilitar la adhesión al tratamiento al tiempo que reforzar las medidas dietéticas desde la formación que el farmacéutico posee sobre la diabetes. Además, el control del peso, de los niveles de tensión arterial e incluso los controles glucémicos que podrían realizarse en la farmacia serían un gran refuerzo para el tratamiento global de la diabetes.
Para la elaboración de este artículo se ha contado con la colaboración de los doctores especialistas en Atención Primaria Rosa Blasco Gil, Ángel Faure Grima, Blanca Lagaron Cabello y Javier Mateo Cabrejas, del Centro de Salud de Cintrueñigo, en Navarra; Sonia Martín Almendros, Almudena Díaz Millán, Luis Quintana Pedraja y Carmelo Ibiricu Ardanaz, del Centro de Salud San Jorge, en Pamplona; los médicos generales Mª Angeles Bravo de la Paz, Mª José Mialdea Lozano, Javier Carrillo Santos, Javier Mediavilla Bravo, Esperanza Rad Moradillo y Pedro Cancelo Suárez, del Centro de Salud Cristóbal Acosta, y los médicos de familia German Reviriego Jaén, Marta Palomo Ancillo, Isabel Tormo Ortiz y Luciano Lanzara Novielli, de Madrid.
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