El abordaje de la diabetes infantil conlleva una serie de dificultades al ser los niños unos pacientes sensibles. El diagnóstico correcto de la diabetes tipo 1 es complejo, ya que en Atención Primaria con frecuencia no es posible realizar pruebas diagnósticas, como el péptido C de la concentración de insulina en sangre o la de anticuerpos anti insulina.
El debut se suele presentar en consulta diaria, después de unos días de malestar o en la consulta de urgencias, con síntomas como poliuria y pérdida de peso. En un principio es aconsejable los controles constantes para poder establecer unas pautas. Se suele instaurar rápidamente la introducción de insulina, aunque esto suele proceder más bien de los especialistas. Las necesidades basales de insulina se cubren con análogos de acción prolongada y la ingesta con análogos de acción rápida o bolos, ajustando frecuentemente basado en las glucemias capilares.
Como complicación hay que destacar la hipoglucemia, que suele ocurrir por la noche, por lo que se debe hacer controles nocturnos de rutina. En casos de hipoglucemia leve, se utilizan hidratos de absorción rápida en un primer momento para a continuación pasar a los hidratos de absorción lenta. En casos de hipoglucemia grave se trata con glucagón.
Otra complicación es la cetosis, que ocurre cuando no existe adecuada cantidad de insulina para metabolizar los hidratos y se utilizan las grasas como fuente de energía, generando cuerpos cetónicos, pudiendo llegar a producir el coma sino se actúa precozmente. Los padres deben aprender a reconocerla y tratarla con fluidos.
Los objetivos de control glucémico deben individualizarse, con HbA1c <7,5, deben ser próximo a la normalidad, sin aumentar el riesgo de hipoglucemias. Así, se debe de monitorizar antes de las comidas y postprandial, al acostarse, a media noche, en relación con el ejercicio, con la sospecha de glucemia alta.
Las necesidades basales de insulina se cubren con análogos de acción prolongada y la ingesta con análogos de acción rápida o bolos, ajustando frecuentemente basado en las glucemias capilares.
Los requerimientos nutricionales no difieren a los del resto de niños, adaptando la insulina a la ingesta, teniendo en cuenta el ejercicio y los gustos del niño y la familia. Los hidratos deben cubrir el 50% de las calorías totales. Las grasas en 30% (10% saturadas, 10% poliinsaturadas y 10% monoinsaturadas) y las proteínas el 20% del total de calorías diarias. Se debe priorizar en los pacientes diabéticos los hidratos derivados de tubérculos, arroz, avena, desplazando los derivados del trigo (harinas, pastas, pan) y el azúcar. Al igual que en el resto de población, se debería priorizar la ingesta de verduras (hasta 1/3 del plato debe corresponder a éstas), fuente muy importante de micronutrientes (minerales y vitaminas), así como antioxidantes y otras muchas sustancias beneficiosas para la salud.
Por tanto, no se aconsejará seguir una pauta de alimentación especial, exclusiva o diferente de la del resto de niños o adolescentes. Lo que sí es importante es que tengan una educación dietética como parte de la educación diabetológica, ya que la alimentación es un pilar básico del control de la enfermedad.
Junto a la correcta alimentación, se sitúa el ejercicio. Los niños con diabetes tipo 1 no sólo pueden, sino que deben realizar ejercicio físico como parte de un correcto tratamiento. A ser posible, deben ser ejercicios aeróbicos y evitar aquellos ejercicios que puedan resultar peligrosos en el caso de aparición de una hipoglucemia como complicación aguda de la diabetes, que les pudiera poner en peligro. Pero no necesita ningún ajuste de ningún tipo. El deporte libre no regulado, juego en la calle, donde la intensidad de la actividad puede variar siempre sin alcanzar esfuerzos masivos y donde será el niño el que deba ser consciente de su situación en cada momento. En el deporte federado, el niño está más implicado y por defecto más controlado. Se entrena para competir y el entrenamiento físico deriva en entrenamiento para controlar la enfermedad.
Aparte de las ventajas obvias del deporte a cualquier edad, en el caso de niños diabéticos reforzará positivamente el tratamiento de la enfermedad, mejorando la sensibilidad a la insulina, reduciendo las necesidades diarias y la de antidiabéticos orales. Controla y reduce peso, mejorara la tensión arterial y los niveles de colesterol.
El papel de enfermería en el control de los niños con diabetes es importante, ya que supone una mejora en la continuidad de los tratamientos instaurados por el médico, desarrollando una rutina en la práctica de hábitos saludables, en el desarrollo de autocuidados y en la conciencia de la enfermedad, cuyo resultado sea el buen control de la enfermedad y mejore la calidad de vida del niño y de la familia, evitando las complicaciones posteriores de la enfermedad.
El farmacéutico comunitario es el profesional sanitario que está en mejores condiciones para ayudar el paciente diabético. La intervención del farmacéutico en la diabetes se puede resumir en la detección precoz, en la educación diabetológica, en la dispensación activa y en el seguimiento farmacoterapéutico. Porque el papel del farmacéutico no es diagnosticar la enfermedad, sino detectar factores de riesgo y recomendar a la persona con sospecha de ser diabética que consulte a su médico. De hecho, el farmacéutico es el que en primera instancia puede contribuir a sacar a la luz a muchos de esos diabéticos que todavía no saben que lo son y que acuden a la farmacia.
Para la elaboración de este artículo se ha contado con la colaboración de los doctores especialistas en Atención Primaria Carlos Aragón Amunarriz, Víctor Javier Gregorio Alcaide, Juan Ignacio Morán Blanco, Ernesto Jiménez Fernández, Pilar Cecilia Cermeño, Marcos Pardo Fernández, Pedro Barba Gálvez, José María Tarradellas Banchs, José María Jiménez Rodríguez y Juan Jesús López Pérez, y Carmen Valverde Vaquero, José Manuel Castro Berzosa y Lorenzo García Haba, del Centro de Salud Bargas, en Bargas, Toledo.
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