El gasto medio por paciente diabético se ha duplicado por varias razones; la primera es el envejecimiento de la población, que propicia más patología y cada vez más gasto a todos los niveles tanto sanitario, en cuanto a fármacos, como hospitalizaciones y visitas a los especialistas. También es una causa de absentismo laboral. Al aumento de la incidencia de la diabetes, a la aparición de nuevos fármacos de precio más elevado y al tratamiento integral que requiere la diabetes (dislipemia, HTA…).
En lo que se refiere al tratamiento de la diabetes, una parte del aumento del gasto tiene que ver con la llegada de nuevos tratamientos como los iDPP4, análogos de los GLP1, glucosúricos y nuevas insulinas.
La falta de estrategias de prevención y de educación para la salud, el aumento de la supervivencia y las comorbilidades hacen que cada vez se precisen más fármacos para conseguir cifras óptimas de hemoglobina glicosilada.
Además, hay que tener en cuenta que la prevalencia de la obesidad, de las dislipemias o de la diabetes mellitus ha crecido de una manera llamativa a nivel mundial. En España, hay un 14 por ciento los diabéticos (de ellos más de 2 millones desconocen que tienen la enfermedad) y, la obesidad se está convirtiendo en problema de salud que afecta a más de 5 millones de personas.
Por eso, hay que seguir educando a la población en los cambios de estilo de vida, realizar una vida más saludable, dejar el tabaquismo, el sedentarismo y el alcohol. Mentalizar que no solo la medicación es la solución a este tipo de problemas, que una prevención tanto con ejercicio moderado, hábitos higiénico dietéticos, una correcta alimentación es la mejor manera de controlar estas patologías.
Existen diferencias entre el número de afectados según edad y sexo. Entre los 61 y los 75 años el 29,8% de las mujeres y el 42,4% de los varones presentan diabetes tipo 2, porcentajes que se sitúan en el 41,3% de las mujeres y el 37,4% de los varones de más de 75 años.
Además, existen otros datos preocupantes: el 12,6% de la población (más de 4,8 millones de personas) tienen intolerancia a la glucosa, situación que se considera como prediabetes. El último informe de 2014 de la Federación Internacional de Diabetes (IDF) advierte de que en el año 2035 habrá un aumento del 55% de casos de diabetes en todo el mundo.
Sin duda la aparición de nuevos fármacos para el tratamiento de la diabetes y, el cambio en los algoritmos del tratamiento, donde las sulfonilureas pasan a un cuarto o quinto lugar y se sitúan tras metformina a los iDPP-4, los glucosúricos y los GLP-1 con mayor precio han incrementado el gasto farmacéutico de los pacientes diabéticos.
El profesional sanitario siempre busca el máximo beneficio para el paciente. Los nuevos fármacos antidiabéticos son más caros, pero indiscutiblemente son más eficaces y con muchos menos efectos secundarios: menor riesgo de hipoglucemias, no aumentan el peso y reducen las complicaciones asociadas a su patología.
Los pacientes diabéticos tienen factor de riesgo cardiovascular añadido y generalmente son obesos, algunos fumadores o exfumadores y suelen tener dislipemia, por lo que son candidatos a un evento cardiovascular que se debe prevenir, no solo por el tema de salud sino por el gasto sanitario que supone.
Hay que tener en cuenta que las intervenciones basadas en programas de cambio de estilo de vida encaminados a perder peso y a la práctica de ejercicio regular han demostrado ser costo-efectivas en la disminución de desarrollar diabetes, así como en mejorar el control de la misma. Esto permitiría ahorrar en otros recursos.
Para intentar reducir este aumento del gasto, las autoridades sanitarias deberían implicarse para tomar medidas, especialmente dirigidas a modificar el estilo de vida sedentario y los malos hábitos alimentarios. Tampoco podemos olvidar el papel fundamental los padres y educadores, aparte de los profesionales de la sanidad.
A diferencia de otras enfermedades en las que una intervención ofrece resultados más dudosos, hay estudios que avalan la importancia de una terapia intensiva desde el comienzo de la enfermedad y, todavía mejor, cuando se interviene en la fase pre-diabética, especialmente cambiando los hábitos de los grupos de riesgo.
Una medida que se puede mejorar es la formación de los profesionales. Es fundamental este reciclaje continuado de los profesionales sanitarios en todas las estrategias más adecuadas para el abordaje del paciente diabético. La formación recibida tiene que estar encaminada en ofrecer las distintas alternativas de tratamiento y actuación de todo tipo en la enfermedad, los criterios economicistas tienen que ser valorados en paralelo a la eficacia que buscamos en tratar al paciente.
Un tema que tiene controversia es cuando se plantea si el paciente tiene que conocer el coste real del tratamiento que recibe, incluyendo no solo el precio del fármaco, sino también todo el gasto que va parejo al uso del sistema sanitario, médicos, enfermería, etc. Puede ser una forma de implicar al paciente para que conozca estos costes y conseguir que le dé valor a lo que el sistema pone a su disposición para tratar la enfermedad y de esta forma conseguir unos controles adecuados.
En pacientes con riesgos claros de sufrir hipoglucemias graves, como por ejemplo los pacientes ancianos, son importantes los gastos derivados de los ingresos hospitalarios, además de los riesgos para la salud del paciente. Se observa que el uso de los idpp-4 en este grupo de pacientes hace que disminuyan esta hipoglucemias graves y por tanto los ingresos hospitalarios.
En este contexto, tanto la farmacia como la enfermería son unos aliados fundamentales para dar soporte adecuado en la diabetes. La cercanía de las farmacias hacen que sean un instrumento potente de concienciación de cómo llevar de forma adecuada la enfermedad por parte del paciente.
Desde la oficina de farmacia pueden existir herramientas de comprensión y concienciación sobre la misma enfermedad. Como charlas para el paciente, porque la educación del paciente no debería ser solo la información de la enfermedad, sino también el estímulo para que el enfermo sepa percibir sus síntomas y poder elaborar juicios correctos. La oficina de farmacia juega un papel fundamental, además del médico y la enfermera, porque normalmente llega más al paciente, como un canal directo de información entre ambos.
Así, la principal labor de los farmacéuticos deber ser la prevención. Ayudar a conseguir hábitos de vida saludables desde la infancia y, disminuir la obesidad han demostrado ser las mejores estrategias para disminuir la prevalencia de esta enfermedad. Cada vez hay más farmacias que realizan controles de todo tipo, glucémicos, colesterol, tensión, etc., por tanto, es una fuente de información de primera mano muy importante y tienen la posibilidad de derivar al médico cuando vean resultados negativos en dichas pruebas.
Los farmacéuticos pueden ayudar también a conseguir buenas tasas de cumplimiento terapéutico. Esto ha demostrado disminuir la incidencia de complicaciones y, por tanto, los costes esencialmente hospitalarios asociados a la diabetes.
Para la elaboración de este artículo se ha contado con la colaboración de los doctores Rosa María García Martín, María Teresa Martín Burillo y María Espejo Romero, de Alcorcón; los especialistas en Medicina de Familia Carmen Villar Vallano, y Olga Guzmán Sierra, del Centro de Saldud Collado Villalba Estación, y José María Osuna Chambon, de la Clínica Majadahonda; Francisco Marchante Melero, Mariam Abdel-Lah Mohamed, el cardiólogo Manuel Calvo Taracida y el internista Aytami Toro Parodi, de Ceuta, y los médicos de Familia Mª Teresa Troyano Rivas, Virginia Joglar Alcubilla, Juncal Martínez Irazusta y Geoffrey Avugwi Ritho Luhunga.
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