El diabético tipo 2 migrante se controla peor

El porcentaje de migrantes que acuden a las consultas de atención primaria oscila entre el 10 y el 25 por ciento de la población general, aunque estos porcentajes varían según sean zonas urbanas o rurales. La media de edad de los pacientes procedentes de otros países que acuden a las consultas suele estar entre los 55 y 60 años. El motivo de consulta, con poca sintomatología, suele ser el aumento constante de peso y el deseo del tratamiento para reducir su sobrepeso u obesidad. El porcentaje de este tipo de consultas está en torno al 60 por ciento en mujeres y el 30 por ciento restante en hombres, generalmente sin una ocupación laboral continua y que de tenerla no le requieren un trabajo físico elevado. Es especialmente significativo al realizar la historia clínica del paciente, que las mujeres refieren una ingesta elevada de refrescos azucarados o bollería industrial, a diferencia de los varones que reconocen un elevado consumo de bebidas alcohólicas.

En esta población, los principales factores de riesgo son obesidad y dislipemia, y, en menor medida, HTA. Respecto a la población autóctona, la mayor diferencia se ve en la obesidad y en la dieta que siguen, generalmente productos precocinados, bollería, frituras y escasamente frutas y hortalizas, con un consumo excesivo de bebidas azucaradas. La comunidad migrante, sobre todo en zonas urbanas, se ha distanciado de la dieta de sus países de origen e incorporado toda la variedad de comida industrial de los países desarrollados.

Obesidad y dislipemias

Los migrantes suelen ser más jóvenes y con menor tiempo de evolución de enfermedad. En cuanto a control metabólico se establecen diferencias en el manejo de la obesidad e IMC, que se observa superior en poblaciones hispanoamericanas sin existir diferencias en cuanto a perímetro de cintura. Existen también diferencias significativas, con cifras más bajas en los autóctonos, en relación a lípidos y presión arterial diastólica, sin olvidar el control de HbA1c.

En cuanto al grado de control, es generalmente deficiente. Este grupo de pacientes presentan un mayor descontrol de los factores de riesgo por diversas causas, entre las que se encuentran que son pacientes con un nivel cultural bajo y su educación sanitaria es igualmente deficiente. Por consiguiente, su grado de control es deficiente, al carecer muchos de tarjetas sanitarias y su acceso al sistema de salud está limitado al no contar con contratos laborales estables. Muchas de estas patologías crónicas, dislipemia, HTA, diabetes, son detectadas de forma casual en su visita a los servicios de urgencias (tras una analítica rutinaria al sufrir una dolencia aguda o accidente).

Cumplimiento

En general son malos cumplidores en la terapéutica y en las revisiones, pero los latinos suelen ser más cumplidores y su grado de control puede llegar al 60-70 por ciento. Por su parte, los subsaharianos tienen menos control, porque suele ser una población que cambia mucho de residencia. El grado de control rondaría el 30-40 por ciento. Con respecto a los árabes, pueden pasar años sin ir a la consulta y su grado de cumplimiento es casi nulo.

El concepto de salud que entienden es muy elemental, basado principalmente en patologías agudas. Su escasa formación no solo sanitaria, sino cultural, les impide asimilar conceptos como la medicina preventiva o hábitos de vida saludable. No obstante, hay campañas de prevención de las que se han beneficiado colectivos más jóvenes y con un nivel de formación algo superior, que llegan a las consultas antes de la aparición de los primeros síntomas.

Estos pacientes no se suelen realizar habitualmente los controles de glucemia ni en su casa ni asistiendo al Centro de Salud. A pesar de que son de diferente procedencia, la salud para ellos no es un tema prioritario, lo que complica que asuman los cuidados que lleva aparejado el tratamiento de la enfermedad. Otro tema que también influye en el cumplimiento son las creencias religiosas, como en el caso del paciente diabético musulmán, que a pesar de estar exento de cumplir el Ramadán, en general suelen realizar el ayuno con lo que es fácil que padezca hipoglucemias.

Seguimiento en la farmacia

La labor del farmacéutico es muy importante, pues se recuerda al paciente la necesidad de cumplir con el tratamiento instaurado por el médico, tanto los cambios en el estilo de vida, dieta y ejercicio; como el tratamiento farmacológico, facilitando la adherencia al mismo y detectando las interacciones que pudiesen producirse.

Así, puede explicar al paciente su enfermedad de forma comprensible según su nivel cultural y destacar la importancia de seguir el tratamiento de forma pautada por su médico. También puede revisar si la toma que hace es la correcta, dosis al día o el caso de los insulinodependientes, que no se exceda la dosis o la modifiquen según creen que la necesitan.

La farmacia también es buen lugar para la educación dietética, para hablarle de los alimentos que debe consumir con frecuencia, otros con moderación y aquellos que tienen prohibido consumir.

También puede hacer un control y seguimiento del peso periódicamente en el caso de diabéticos con sobrepeso u obesos y de sus valores de glucemia.

Para la elaboración de este artículo se ha contado con la colaboración de los doctores José Luis Rodríguez Díaz, Rafael Rojas Moreno, Julián Ortega Redondo, Pablo García García, Antonio Santos Salgado, Moisés Madueño Rubio, José Manuel Cabezón Pons, Fernando Durán Jiménez, María del Carmen Vela González y José Luis Cidra Gordillo, de Badajoz; Manuel Rey Rionegro, Adolfo Cid Feijoo, Emiliano Quiroga Gayoso, Miguel Ángel González Rodríguez, Luis Delgado Charro y José Manuel Garrido Sampedro, del Centro de Salud A Rua, Ourense; Julio Rica Jelusich, del Centro de Salud Goian; Manuel Francisco Tarrio Tobar, Francisco Bacariza Piñón y Alberto Bravo Pereiro, del Centro de Salud López Mora; José Manuel Rodríguez Macía, del Centro de Salud Cuba y Teresa Fernández Herrero, del Centro de Salud Val Miñor; los médicos de Familia Concepción Rodríguez Fernández, del Centro de Salud A Milagrosa; Antonio Fouz Ulloa, del Centro de Salud Parga; Emilia García Basteiro, del Centro de Salud Quiroga; Ana María Garcia Cedrón, del Centro de Salud Castroverde; María Ángeles Pose Vilares, del Centro de Salud Monforte y Juan José Latorre Domínguez, del Centro de Salud Láncara; Margarita Gómez López, del Centro de Salud Friol; Mª José Neira Neira, del Centro de Salud Portomarín; Carmen Coladas Uría, del Centro de Salud Páramo y José Manuel Vidal Amelide, del Centro de Salud Burela, todos en Lugo.

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