Una nueva investigación ha descubierto que el control intensivo de la presión arterial para bajarla de forma considerable puede alargar la vida de un paciente hasta 3 años, según publican sus autores en la revista ‘JAMA Cardiology‘.
Cuando se publicaron datos del Ensayo de intervención de presión arterial sistólica (SPRINT) en 2015, la comunidad médica respondió con entusiasmo a las noticias de que reducir la presión arterial por debajo de los objetivos normales podría reducir las tasas generales de mortalidad en un 27 por ciento para los adultos con alto riesgo cardiovascular.
Si bien los resultados de estos estudios se están integrando en la práctica clínica, explicar lo que significan y por qué son importantes para los pacientes, puede ser un desafío. Investigadores del Hospital Brigham and Women’s describen cómo bajar agresivamente los niveles de presión arterial puede extender la esperanza de vida de una persona.
Así, informan que tener un objetivo de presión arterial de menos de 120 mm Hg, en lugar de los 140 mm Hg estándar, puede agregar seis meses a tres años a la vida de una persona, dependiendo de la edad que tengan cuando comiencen el control intensivo de la presión arterial.
el autor principal, Muthiah Vaduganathan, cardiólogo del Brigham explica que esa fue la inspiración para su estudio: “tomamos los datos y los reformulamos para contextualizar los resultados de la manera más significativa para los pacientes”.
Vaduganathan y su equipo utilizaron métodos basados en la edad para realizar su análisis. Estos métodos se usan con frecuencia en otros campos, por ejemplo, al proyectar los beneficios de supervivencia a largo plazo de un nuevo medicamento contra el cáncer, pero no se han aplicado comúnmente en el estudio de enfermedades cardiovasculares.
Al aplicar métodos basados en la edad a los datos de SPRINT, el equipo podría estimar los beneficios a largo plazo del control intensivo de la presión arterial. Este estudio inscribió a más de 9.000 adultos que tenían 50 años o más, estaban en alto riesgo cardiovascular pero no tenían diabetes, y tenían una presión arterial sistólica entre 130 y 180 mm Hg (130 mm Hg o más se considera presión alta).
Los participantes fueron asignados al azar a objetivos de presión arterial sistólica intensiva (al menos 120 mm Hg) o estándar (al menos 140 mm Hg). Los participantes recibieron terapias antihipertensivas para alcanzar sus objetivos de presión arterial y fueron seguidos durante un promedio de poco más de tres años.
Los investigadores estimaron que si hubieran seguido tomando el tratamiento antihipertensivo durante el resto de su vida, los pacientes con el objetivo de presión arterial intensiva podrían agregar seis meses a tres años a su esperanza de vida, en comparación con aquellos con el objetivo de presión arterial estándar. Este lapso dependía de la edad de la persona: para alguien que comenzó a tomar antihipertensivos a los 50 años, predijeron una diferencia de 2,9 años; para 65 años, una diferencia de 1,1 años; y para 80 años, una diferencia de nueve meses.
Los autores señalan que el análisis no tuvo en cuenta los riesgos potenciales, incluida la lesión renal y la presión arterial baja, que están asociados con el control intensivo de la presión arterial. Las estimaciones de los beneficios de supervivencia deben sopesarse cuidadosamente contra estos riesgos potenciales en la selección de objetivos de presión arterial de forma individualizada.
“Nuestra esperanza es que estos hallazgos ofrezcan un mensaje más fácil de comunicar cuando se discutan los posibles beneficios y riesgos del control sostenido de la presión arterial en el tiempo –apunta Vaduganathan–. Estas estadísticas sobre la esperanza de vida pueden ser más tangibles y personalizadas para los pacientes y más fáciles de relacionar al tomar estas decisiones”.