El buen control de la HTA evita complicaciones posteriores

Existen diferentes técnicas para medir la presión arterial. De forma manual está el esfingomanómetro de mercurio, en el que se utiliza un manguito de goma colocado alrededor del brazo, unido a un sistema de mercurio o aneroide donde se mide la presión arterial. Mediante un fonendoscopio, colocado al nivel de la arteria del brazo, se oyen los sonidos que origina la sangre a medida que se desinfla el manguito, lo que permite establecer los valores de la presión sistólica y diastólica. Suele ser el método más exacto, así que es la técnica de referencia, pero depende, en parte, de la persona que realiza la medición.

Entre las mediciones automáticas está el tensiómetro, que son uno aparatos automáticos o semiautomáticos que poseen en su interior un sensor de presión electrónico calibrado que analiza las oscilaciones de la arteria del brazo al colapsarla con el manguito. El brazalete es inflado y desinflado por un comprensor.

El doble sistema de medición es un modelo automático que incluye la medición auscultatoria que suele ser más precisa. La mayor ventaja de este método es la facilidad de manejo, ya que el paciente solo debe apretar el botón tras colocarse el manguito. Otra ventaja es su bajo coste y que no sufre la influencia del observador.

Los especialistas desaconsejan los aparatos de muñeca porque pueden dar lugar a importantes errores derivados de una posición incorrecta del brazo o de la muñeca.

HTA de bata blanca

Un aspecto a destacar a la hora de medir la presión arterial es la HTA de bata blanca, que se producen en algunas personas cuando se encuentran en entornos sanitarios. Así que la medida de la presión resulta anormalmente elevada y no se corresponde con las cifras de reales de estos pacientes, lo que puede llevar a un falso diagnóstico de hipertensión. Es posible que una cuarta parte de los pacientes que se miden la presión arterial sufran HTA de bata blanca, fruto del estado de nerviosismo por encontrarse frente a un facultativo. Así en el caso de los centros de salud donde actualmente estas mediciones las realizan las enfermeras, esta cantidad disminuye bastante. Cuando se sospecha que está ocurriendo es importante realizar una medición de la presión arterial en condiciones óptimas para el paciente y durante sus situaciones cotidianas del día a día.

Mediciones ambulatorias

Para resolver este problema se puede optar por medir la presión con el AMPA, que consiste en el autoregistro domiciliario de la presión arterial. Es muy útil en estos casos, ya que en su domicilio el paciente no se pone nervioso y no se alteran los resultados. Eso sí, se debe hacer con tensiómetros homologados por la Unión Europea.

Por su parte, con el MAPA se registran las medidas de presión arterial en cada periodo de tiempo y durante, por ejemplo, 24 horas. Estos datos son registrados y se valoran con un programa informático en la consulta médica.

Bata blanca inversa

En este contexto, no hay que dejar pasar por alto el fenómeno de bata blanca inversa o HTA enmascarada, que es cuando el paciente presenta cifras de presión arterial dentro de la normalidad cuando son medidas en un entorno sanitario, al contrario que en su domicilio o entorno laboral donde tienen cifras elevadas.

En el diagnóstico de la HTA, el médico de Primaria tiene un papel importante, aunque la HTA es una enfermedad fácil de identificar. Tratarla en los estadios iniciales, aunque a menudo es clínicamente silente en esta fase, es clave para su manejo y prevenir complicaciones asociadas.

El farmacéutico juega un papel fundamental en la prevención, el control y el abordaje terapéutico de la HTA, ya que son los profesionales sanitarios más cercanos a los pacientes. Contribuye a aumentar el diagnóstico del médico, permitiendo que personas que desconocen que son hipertensos, o que tengan riesgo de serlo, puedan plantearse cambios en sus hábitos de vida para hacerlos más saludables o recibir un tratamiento tras ser derivados al médico. Por tanto, el farmacéutico comunitario puede ser de gran ayuda para los pacientes, haciendo que se impliquen más y mejor en el conocimiento, control y seguimiento de su enfermedad, y en una mayor adherencia terapéutica.

Falta de cumplimiento

La mayor parte de fracasos terapéuticos, sobre todo en Primaria, se deben a la falta de cumplimiento. Algunos estudios señalan que aproximadamente el 20 por ciento de los fármacos prescritos no llegan a retirarse de la farmacia y que del 50 por ciento que llegan a adquirirse, cerca del 50 por ciento no se toman correctamente, por no tomar bien la dosis adecuada o por no tomarse el tiempo prescrito.

Los principales factores que influyen en el incumplimiento terapéutico son modificables y, por eso, es fundamental la actuación del profesional sanitario, junto con el personal de la farmacia, la familia y el propio paciente. Entre estos factores se encuentran las creencias, actitudes, la ansiedad, motivación del paciente, la supervisión por parte de la familia y el entorno del paciente.

La información sobre el fármaco, la forma y las dosis de administración, la importancia en la toma del mismo y su uso son importantes para el cumplimiento.

Existen diferentes formas de evaluar el cumplimiento terapéutico, unas de forma directa, como son la medición mediante analíticas, más difícil de determinar y otras de forma indirecta, como es la entrevista médico paciente o enfermería paciente. Para conocer el grado de cumplimiento se puede ver la dispensación de los fármacos en la oficina de farmacia, mediante los actuales programas informáticos utilizados en Atención Primaria, con el recuento de pastillas.

Las 6 R

Las medidas recomendadas, actualmente, por las diferentes sociedades científicas, consisten en la información al paciente y el refuerzo de la misma en las consultas de Atención Primaria. Se habla de las 6 R. Reforzar la información sobre características del tratamiento, forma de administración y riesgo, tanto verbalmente como por escrito con una exposición oral adecuada y concisa; recordar e insistir periódicamente en el cumplimiento terapéutico; recompensar verbalmente al paciente su esfuerzo y considerar su opinión para la mejora del cumplimiento; reducir en el mayor grado posible los inconvenientes para el paciente, favoreciendo, en lo posible, sus preferencias, con una reducción en el número de fármacos y el número de tomas; revertir las actitudes negativas en positivas, evitando la sensación de amenaza, y reforzar la actuación médica a través de personas próximas al paciente.

Para la elaboración de este artículo se ha contado con la colaboración de los doctores Antonio Franco Mata, Antonio Esteban Luque, Ana García Bellón, Antonio Ramírez Moreno y José Luis Pefia Hernández, de Málaga, y los médicos de Familia José Manuel Marco Marco, Fátima Mas Mas, Encarnación Gas Pérez, José Antonio Valenti Aldeguer y Adela Sánchez Pérez, de Almoradi.

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