ÁREA CARDIOMETABÓLICO

Dieta y ejercicio pilares básicos en la reducción del riesgo cardiovascular

La implementación de un estilo de vida saludable, combinada con un tratamiento adecuado de prevención secundaria, reduce el riesgo de posteriores eventos cardiovasculares y la mortalidad. Los factores relativos al estilo de vida, centrándose en el abandono del tabaquismo, actividad física recomendada, dieta y peso saludable reducen significativamente el riesgo de eventos cardiovasculares futuros y muerte.

Con respecto a la dieta, la mediterránea es la recomendada. Se caracterizada por su alto contenido en fruta, vegetales (>= 200 g/día), legumbres, fibra, ácidos grasos poliinsaturados, frutos secos (30 g al día, preferiblemente sin sal) y pescado, evitando o limitando el consumo de hidratos de carbono refinados, carnes rojas, productos lácteos y ácidos grasos saturados (< 10% de la ingesta calórica total).

Aunque el consumo leve o moderado de alcohol (1-2 copas al día) no aumenta el riesgo de infarto, un consumo mayor de 100 g por semana se asocia con una tasa más alta de mortalidad cardiovascular.

Controlar la obesidad

En un estudio por poblaciones, el riesgo a lo largo de la vida de enfermedad cardiovascular y morbimortalidad cardiovascular fue más alto en sujetos con sobrepeso u obesidad que en los sujetos con IMC normal. La obesidad se asoció con una esperanza de vida más corta y el sobrepeso con el desarrollo de ECV a una edad más temprana. En sujetos con enfermedad cardiovascular, la pérdida intencionada de peso se relaciona con un riesgo significativamente más bajo de resultados clínicos adversos.

El ejercicio es un predictor independiente de un aumento de la supervivencia en varones y mujeres con cardiopatía isquémica. Cada aumento de 1 ml/kg/min en el consumo pico de oxígeno durante el ejercicio se relaciona con una reducción del 14-17% del riesgo de muerte CV y por cualquier causa en mujeres y varones.

Actividad física

Para los pacientes con cardiopatía isquémica, se recomienda realizar 30-60 min de actividad aeróbica de intensidad moderada al menos 5 veces por semana. Incluso la actividad física irregular reduce el riesgo de mortalidad de los pacientes previamente sedentarios y el aumento de la actividad se asocia con una mortalidad cardiovascular más baja. De hecho, en el estudio INTERHEART se observó que la falta de actividad física regular representó el 12 por ciento del riesgo atribuible a la población de un primer infarto de miocardio.

Apoyo social

En este contexto, hay que contar con apoyo psicosocial y todas aquellas actividades que ayuden a tomar conciencia de la enfermedad y que fomenten la adherencia a los tratamientos.

Por eso es recomendable la inclusión del paciente en programas multidisciplinares de identificación de pacientes en riesgo cardiovascular.

Aunque no existe ningún tratamiento demostrado científicamente que disminuya el riesgo cardiovascular, en el mercado existen diferentes productos y compuestos (levadura de arroz etc..) que pueden ayudar a bajar los niveles de colesterol.

Recomendaciones

De hecho, la Sociedad Española de Cardiología ha publicado un documento consenso en el que ofrecen una serie de recomendaciones para mejorar el control lipídico en pacientes en prevención primaria para el abordaje del tratamiento hipolipemiante según su riesgo cardiovascular. Se destaca la levadura roja de arroz (monacolina K) para reducir de forma eficaz el colesterol-LDL a la dosis de 3mg de monacolina, ya que a dosis más altas podría tener los mismos efectos secundarios que las estatinas.

También incluye la combinación de varios componentes naturales (berberina, policosanoles, esteroles vegetales…), que puede aumentar la eficacia de los distintos nutracéuticos existentes en el mercado, así como que se deben utilizar aquellos con mayores evidencias científicas.

Programas educacionales

Los programas educacionales para evitar la obesidad y fomentar el ejercicio físico también pueden ayudar a conseguir objetivos de control. Las reducciones de múltiples factores de riesgo, a través de cambios terapéuticos en el estilo de vida (TLC) y terapias con medicamentos complementarios de beneficio comprobado, pueden tener al menos beneficios aditivos en la prevención primaria de las ECV.

Para la elaboración de este artículo se ha contado con la colaboración de los doctores Armando Jurado Fortoul, Adelaida Chia Mena y Silvia de la Torre Cardenas, de Palma de Mallorca, y Verónica Suberbiola Sánchez-Caballero, Sem Briongos Figuero, Álvaro Estévez Paniagua, Cristina Beltrán Herrera, Eva Mª García Romo, Jenny Milagros Gómez Delgado, Gema Ballesteros López y Ernesto Javier García Pérez-Velasco.

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