Los cambios en el estilo de vida son unos de los pilares clave en la prevención y tratamiento de las enfermedades cardiovasculares. Los cambios en la dieta, la actividad física regular, el consumo moderado de alcohol y la reducción de peso son medidas básicas que han demostrado su eficacia en el control de los factores de riesgo cardiovascular.
El ejercicio físico se debe recomendar de manera rutinaria en toda consulta médica de pacientes con y sin riesgo cardiovascular. Debe incluir la realización de al menos 150 minutos semanales de actividad física de intensidad moderada o 75 minutos de intensidad alta. En caso de que el paciente sea incapaz de realizar dicha actividad se le debe motivar a realizar la mayor actividad posible.
Es imprescindible evitar el sedentarismo, aconsejando al paciente a no permanecer más de 30 minutos seguidos durante el día sentado o tumbado, dando pequeños paseos por el trabajo o el domicilio periódicamente.
Así mismo, la abstención tabáquica es la medida de estilo de vida más eficaz en la prevención de las enfermedades cardiovasculares como no cardiovasculares.
También es importante la reducción del peso. Por eso, es necesario controlar y disminuir la ingesta de calorías, ya que el sobrepeso predispone a sufrir diabetes mellitus e hipertensión. La disminución de peso está recomendada en los obesos (IMC>30 ) y debe considerarse en los casos de sobrepeso (IMC entre 25-30). A los hombres con perímetro de cintura >102 cm se aconseja perder peso. La restricción de ingesta calórica y el ejercicio físico son los pilares angulares del control del peso.
Se recomienda reducir el consumo de sal a menos de 100 mmol/día de sodio o 6 gramos de cloruro sódico, y que la dieta sea rica en calcio y potasio. Es necesario reducir o eliminar la ingesta de sal, evitando añadirla a las comidas. Se puede sustituir por especias.
Es recomendable seguir una dieta ajustada en calorías para la actividad física habitual para evitar el sobrepeso.
Las frutas y las verduras son parte fundamental de una dieta saludable para el corazón. Son buenas fuentes de fibra y vitaminas. La mayoría tiene un contenido bajo de grasa, calorías, sodio y colesterol. Por lo que se recomienda consumir 5 o más porciones de frutas y verduras por día.
También hay que incluir legumbres, frutos secos, cereales de grano entero y pescado. Se debe sustituir la ingesta de grasas saturadas, presentes en lácteos enteros, quesos, carnes, mantequilla o aves y aceites vegetales empleados en bollería industrial, por grasas monoinsaturadas, como en aceite de oliva y frutos secos, o poliinsaturadas, ácidos grasos omega 3 y 6, que están en pescado azul, semillas y cereales.
De hecho, la dieta Mediterránea, enriquecida con aceite de oliva virgen y nueces, consigue un aumento de HDL.
Los productos nutracéuticos pueden constituir un suplemento adecuado en el control lipídico de los pacientes con enfermedad cardiovascular.
Existen otros suplementos dietéticos y alimentos funcionales que pueden ayudar a reducir el riesgo cardiovascular, como son los fitoesteroles, presentes en los aceites vegetales y en menor medida en verduras, frutas y frutos secos, cereales o legumbres; la levadura roja de arroz; la fibra soluble, presente en salvado de avena y cebada; la berberina y ácidos grasos insaturados n-3, que se encuentran en pescado, verduras y frutos secos.
Para la elaboración de este artículo se ha contado con la colaboración de los doctores especialistas en Atención Primaria Ana Belén German Armijo, Esther Andrés Santos, Cesar Blázquez Castellanos y Jorge Gil Serrano, de Tudela; Ramón de Castro Aritmendiz, Fernando Domínguez Benito y Elvis Junior Amao Ruiz, de Tarragona, y Juan Carlos Moreno Fernández, Álex Renato Villalobos Uriol y Marcos Pardo Fernández.
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