Aumentar los niveles de actividad física y reducir el tiempo que se pasa sentado es muy probable que reduzca el riesgo de cáncer de mama, según una investigación diseñada para reforzar la prueba de causalidad y publicada en línea en el ‘British Journal of Sports Medicine’.
El estudio de aleatorización mendeliana revela que los resultados son generalmente consistentes en todos los tipos y estadios de la enfermedad, lo que lleva a los investigadores a recomendar que se preste más atención al ejercicio como forma de prevenir el cáncer de mama.
La aleatorización mendeliana es una técnica que utiliza variantes genéticas como sustitutos de un factor de riesgo concreto -en este caso, los niveles de actividad física/comportamiento sedentario a lo largo de la vida- para obtener pruebas genéticas en apoyo de una relación causal.
Los estudios observacionales muestran que la inactividad física y el comportamiento sedentario están relacionados con un mayor riesgo de cáncer de mama, pero demostrar que son la causa del cáncer de mama es otra cuestión.
Por ello, los investigadores utilizaron la aleatorización mendeliana para evaluar si la actividad física y el tiempo que se pasa sentado a lo largo de la vida podrían tener una relación causal con el riesgo de cáncer de mama en general y, en concreto, con diferentes tipos de tumores.
Incluyeron datos de 130.957 mujeres de ascendencia europea: 69, 838 de ellas tenían tumores que se habían extendido localmente (invasivos); 6667 tenían tumores que aún no lo habían hecho (in situ) y un grupo de comparación de 54.452 mujeres que no tenían cáncer de mama.
Las mujeres eran participantes de 76 estudios bajo los auspicios del Consorcio de la Asociación de Cáncer de Mama (BCAC), un foro de investigadores interesados en el riesgo hereditario de cáncer de mama.
A continuación, los investigadores se basaron en estudios publicados anteriormente que habían utilizado el vasto repositorio de datos del Biobanco del Reino Unido sobre las posibles explicaciones genéticas de la predisposición general a la actividad física, la actividad física vigorosa o el tiempo de permanencia sentado -medido mediante rastreadores de actividad en la muñeca- para predecir genéticamente el grado de actividad física o inactividad de sus propias participantes en el estudio.
A continuación, los investigadores calcularon el riesgo global de cáncer de mama, en función de si las mujeres habían pasado o no por la menopausia, y según el tipo de cáncer (positivo para estrógenos o progesterona, o HER-2, o positivo/negativo para las tres hormonas), el estadio (tamaño y extensión del tumor) y el grado (grado de anormalidad de las células tumorales).
Estos grupos de casos y controles comprendían: 23.999 mujeres pre/peri-menopáusicas con cáncer de mama invasivo y 17.686 mujeres sin él; 45.839 mujeres posmenopáusicas con cáncer de mama y 36.766 sin él.
En total, había 46.528 tumores con receptores de estrógeno positivos y 11.246 controles; 34.891 tumores con receptores de progesterona positivos y 16.432 controles; 6.945 tumores HER2 positivos y 33.214 controles; 1974 casos triples positivos y 4.964 casos triples negativos.
Y hubo 42.223 casos de cáncer ductal/lobular invasivo y 8795 controles, y 3510 casos de carcinoma ductal in situ; 17.583 cánceres en estadio 1, 15.992 en estadio 2 y 4553 en estadio 3-4; 34.647 tumores de células moderadamente anormales y 16.432 tumores de células altamente anormales.
Actividad física
El análisis de los datos mostró que un nivel general más alto de actividad física predicha genéticamente se asociaba con un riesgo 41% menor de cáncer de mama invasivo, y esto era en gran medida independiente del estado menopáusico, el tipo de tumor, el estadio o el grado.
Del mismo modo, la actividad física vigorosa predicha genéticamente en 3 o más días de la semana se asoció con un riesgo 38% menor de cáncer de mama, en comparación con la ausencia de actividad vigorosa autodeclarada. Estos resultados fueron consistentes en la mayoría de los grupos de casos, señalan los investigadores.
Por último, un mayor nivel de tiempo sentado predicho genéticamente se asoció con un riesgo 104% mayor de cáncer de mama triple negativo. Estos resultados fueron consistentes en todos los tipos de tumores hormonales negativos.
Los resultados no cambiaron después de tener en cuenta la producción por parte de un solo gen de dos o más efectos aparentemente no relacionados (pleiotropía), como el tabaquismo y el sobrepeso, por ejemplo.
Hay explicaciones biológicas plausibles para sus hallazgos, señalan los investigadores, que apuntan a un conjunto razonable de pruebas que indican numerosas vías causales entre la actividad física y el riesgo de cáncer de mama, como el sobrepeso/obesidad, el metabolismo desordenado, las hormonas sexuales y la inflamación.
“Es probable que los mecanismos que vinculan el tiempo sedentario y el cáncer se solapen, al menos parcialmente, con los que sustentan la relación con la actividad física”, sugieren.
Sus resultados proporcionan “pruebas sólidas” de que es probable que una mayor actividad física general y un menor tiempo sentado reduzcan el riesgo de cáncer de mama, afirman.
“Ya se recomienda aumentar la actividad física y reducir el tiempo de sedentarismo para prevenir el cáncer –recuerdan–. Nuestro estudio añade más pruebas de que estos cambios de comportamiento pueden reducir la incidencia de futuras tasas de cáncer de mama”.
Por ello “se justifica un mayor enfoque de control del cáncer en la actividad física y el tiempo sedentario como factores de riesgo de cáncer modificables, dada la gran carga de enfermedad atribuida al cáncer más común en las mujeres”.
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